Trump se corrió dentro de mi

Me llamo Melanija Knavs y nací en Novo Mesto hace algunos años. Perdonen mi acento, pero aunque no lo parezca, soy políglota (seis idiomas, inglés incluido) a pesar de que tenga ese punto de ex-yugoslava (cara triste). Sé de lo que hablo. Ahora mi país ha cambiado de nombre, Eslovenia, y yo soy americana, como mi marido. Vaya lío, ¿verdad? Me pueden buscar en Internet pero sucede una cosa muy curiosa: tanto mi página oficial como los enlaces a otras páginas personales están «redireccionadas» (no sé como se dice en español) a la de mi esposo (eso significa que estoy esposada)… debe de ser porque es el hombre más poderoso del mundo.

Fue conocernos en su programa de la televisión y perder la cabeza. Me enviaba trailers de rosas desde Guatemala, escribía mi nombre con humo de colores sobre el «sky» de su torre en NYC, me llevaba en jet privado a cenar a París y amanecíamos juntos en Las Vegas. Fue maravilloso y, sin embargo, con el paso de los meses, comenzó a cambiar y ahora tengo que reconocerles una cosa: el amor se ha convertido en miedo. Estoy acojonada.

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Ustedes no le conocen. En el fondo es un buen hombre y en cambio, desde que se corrió dentro de mí, cubriéndome con sus enormes brazos llenos de vello del mismo color que su cabellera (es pelo bueno aunque se lo tiña con Just for Men) y dando un grito de placer que resonó en los ventanales de nuestro dormitorio de 120 metros cuadrados forrado de piel de zorro plateado, dejando sus dientes al descubierto y un pequeño reguero de saliva en la comisura de unos labios extremadamente grandes para esa cara de niño bueno, algo cambió en mí y me olvidé de mis sueños, de mi carrera como modelo. Y el miedo de que le pasara algo a nuestro hijo se apoderó de mí.

De verdad, Donald es un buen padre, cariñoso pero su pene es grande, realmente grande a pesar de tener un glande finito como el de un doberman y unos testículos pequeñitos pequeñitos que se contraen como los de un gato erecto. ¡Me encantan los animales!

Me desvío del tema. El caso es que me obliga a tragarme su esperma… y sabe fatal, a una mezcla de bamba de crema caducada y espárragos. Además es densa y viscosa. Sino lo hago se vuelve loco y a veces lo paga con nuestro hijo. Él dice que sabe a poder y que no todos estamos preparados para esa tarea, que la primera dama tiene que aceptar su destino y que si no lo hace hará daño a su bien más preciado. Así que le hago caso y asumo mi papel. Él construye el muro (en sentido figurado porque son los mejicanos quienes pondrán los ladrillos), yo recibo fluidos y ejerzo de mujer florero y así, ese espermatozoide travieso llamado Barron, mi orgullo y la razón de mi existencia, podrá ser lo que quiera mientras yo ingiera el semen de su padre. Lo tiene muy claro a pesar de su edad y me ha dicho que de mayor le gustaría ser francotirador. Estoy super orgullosa.

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