¿De dónde viene nuestra maldad?

No hay aire. El sol brilla. Mi camiseta se pega a cada parte de mi cuerpo exceptuando los codos y las muñecas:

¿De dónde viene toda nuestra maldad?¿Dónde se origina esa capacidad innata para hacer daño a aquellos a los que más queremos aunque sea de manera involuntaria?¿De dentro de nosotros, de la televisión, de internet, de nuestra familia, de la primera fila del aula, de los que no se parecen a nosotros? 

Y si en realidad nacimos y crecimos rodeados de respeto y amor, de dedos finos de mujer desplazándose sobre la nuca del conductor, de «dame un beso antes de irte a la cama», de cuida de las plantas, de los animales, de tus hermanos y hermanas, de ojos bien abiertos ante el agua del mar bañando la orilla, de poros que vibran al contacto de la verde hierba con olor a rocío y a luz, de mantas sobre los hombros en mitad de una noche de verano deslumbrada por pantallas de cine, de…

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¿Es por culpa de un veneno inoculado en nuestro torrente sanguíneo cuya dosis aumenta con el paso de los años que nos damos cuenta que es más fácil vivir con los ojos cerrados, más pendientes de nuestros pies e ignorando a los otros, esos que no cuentan porque no son de los nuestros y que los nuestros estarán siempre ahí a pesar de nuestra negativa perpetua para querer entenderles porque en su mirada ya no podemos reconocer lo que una vez fueron, su fuego, sus lágrimas, su esencia…

¿De dónde viene el amor que transforma imposibles, que convierte el no en un tal vez, los contratos en caricias, el humo en casas con vistas al bosque?¿Lo aprendemos en los libros, en la mesa para cinco en la que solo quedan cuatro, en la calle, de madrugada arrastrando los pies y rebuscando el último billete en los bolsillos, en ella, en él, frente al zumo de naranja, en los que fueron y nunca más estarán pero que nos acechan en sueños?

A eso se reduce todo: a un montón de preguntas sin respuesta en las que la luz invade la oscuridad, en las que la oscuridad tapona el último rayo de esperanza, en las que la vida se convierte en un accidente que por trágico puede llegar a ser maravilloso.

El sol se oculta por detrás de los edificios teñidos de rojo. Cae la noche. Mi camiseta se pega a cada parte de mi cuerpo exceptuando los codos y las muñecas:

¿De dónde?

 

 

 

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