Gibson anuncia su bancarrota. Ya no se venden discos. El papel impreso es un artículo cada vez más raro, menguante, que adquiere tonalidades amarillentas con el paso de los días. Los carnívoros desaparecen. El porno es amateur. El mundo entero deja de bailar cuando Avicii apaga la mesa de mezclas…
Los ejemplos se agolpan unos detrás de otros, pequeñas fichas de un dominó vital infinito e imparable que no es es más que continuación de algo que viene ocurriendo desde hace miles de años, cuando aquellos hombres, para nosotros primitivos, decidieron dejar las piedras en el fondo de los ríos y comenzar a utilizar los metales para matar, peinarse y mejorar sus vidas. Muchos años más tarde, cuando el homo sapiens ya había aprendido a dominar a las bestias, a perfumar su cuerpo cambiante y a comer sin la ayuda de las manos, llegó a la conclusión de que todo ese conocimiento no debía de ser soportado por una memoria imprecisa, por una tradición oral sujeta a las circunstancias personales del orador y que debía plasmarse, imprimirse, perdurar. Y el tiempo continuó impasible, sobreviviendo a las guerras y a las disputas por llegar primero a la luna, ignorando el paso de un mundo en blanco y negro a otro en tecnicolor y reducido al tamaño de una televisión y el blues ya era jazz y después fue rock y Robert Johnson fue Hendrix, y nuestro querido Andrés Segovia un blanquito desprovisto de electricidad. Y después llegó la silicona a nuestras vidas y el pelo púbico fue un disparate, Chaplin enterrado por Marvel y el Real Madrid siguió sumando títulos con el vinilo convertido en un vulgar traje de sado y nosotros miramos al cielo, conectamos nuestros cascos inalámbricos a Spotify, suspiramos y nos dimos cuenta de que echábamos de menos todo lo anterior, nuestra infancia, la adolescencia y el pelo, negándonos a seguir siendo testigos de como el mundo, nuestra creación individual e intransferible, se transformaba al ritmo de nuestra agonía, olvidándonos de que quizás lo importante no es lo que era si no lo que está por venir porque, si el principio fue bueno…el final debería de ser la hostia, ¿no?
Porque las cosas cambian y tú y yo debemos intentar aceptarlo. Adiós guitarra, bienvenido Ableton Live.