A los humanos nos encanta mostrar y compartir con los demás, conocidos y si puede ser también desconocidos por aquello de sentirnos aún más especiales, momentos en los que somos felices, lo parecemos, presumimos de moreno en pleno mes de enero, en lugares paradisíacos, privados, remotos y envueltos en ese aura vacacional que tanto daño hace a aquellos que padecen de sedentarismo, generalmente impuesto por la falta de ingresos. Ya de por sí jode ver como ese tío que siempre te pareció un imbécil está disfrutando de una luna de miel en la Macaronesia, desayunando daikiris con su nueva mujer que pregona su amor por las redes sociales mientras sumerge los tobillos en aguas claras con aroma a Fa, montándose ebria en la noria de Coachella o cenando en la mesa más cercana al extractor de la cocina del Diverxo.
Pero de entre todas esas actividades generadoras de inquina, envidia, grima, vergüenza ajena o una mezcla de las cuatro, la que peor llevo es la de las fotos en la Isla de los Cerdos. Se trata de un cayo deshabitado en las Bahamas que se está convirtiendo, gracias al empeño de los humanos por hacer cosas especiales a la vista de todos, en el destino favorito de los pocos afortunados que visitan esa parte del mundo, azul, verde talismán con un toque de arena de playa finísima, casi transparente.
Ahí viven 20 cerdos -no se sabe muy bien como acabaron en ese lugar pero les gustó mucho y acabaron formando una comuna- que se han convertido en la mayor atracción de la región. Tanto, que novias de futbolistas, ingleses, empresarios con camisas desabrochadas completamente y hordas de turistas rosáceos pasan el día dándoles de comer y de beber (alcohol), lo que ha ocasionado la muerte a varios de ellos, los cerdos, por indigestión.
Incluyo una fotografía no retocada en la que se puede observar a un cerdo en un conjunto muy llamativo y dos seres punteados que no saben muy bien como posar ante la atención suscitada y que por supuesto ignoran que el mundo sigue siendo un ávido depredador de aquello que siempre debió de mantenerse en secreto, de esas cosas que precisamente por inauditas nunca debieron salir a la fría luz metalizada de la civilización.
REST IN PIG.