La metamorfosis vegana: de cómo me transformé en un monstruoso insecto

Cuando desperté aquella mañana después de un sueño intranquilo me encontré sobre la cama convertido en un monstruoso insecto. La noche anterior había estado pensando no solo en los cambios que mi cuerpo había experimentado en las últimas semanas tras haber decidido acometer la enésima tendencia humana de enfrentamiento personal y público resultante en ingerir alimentos que no proyectan sombra, ni emiten ruidos o sonidos, sino que también me había dado tiempo a pensar en la intolerancia (la del gluten incluida) y en el enorme poder destructor de la agricultura.

Y daba vueltas sobre mi espalda dura y en forma de corazón al comprobar que era cierto, que la ganadería consumía recursos a un ritmo terrible y que si todos fuéramos vegetarianos o aún mejor veganos (ellos ocupan la cima de la pirámide trófica y yo quiero ser como ellos), no solo habría pan para todos, también el hambre en el mundo sería cosa del pasado y…

Mis patas vibraban con la ayuda de la brisa generada por un ventilador mientras el sistema de producción se encargaba de alimentar a rumiantes, que teóricamente comen hierba, pero a los que les forra con maíz porque hay excedente y es más barato, lo que conlleva al empobrecimiento de los países que basan su sustento en la producción de cereal a manos de las grandes corporaciones agrícolas, y quizás la solución se encuentra en explotaciones ganaderas extensivas, repletas de animales que corren sueltos y que al mismo tiempo abonan, regeneran el suelo y sirven de alimento a otros seres vivos que permiten que el mundo siga girando y girando sobre su eje…

Intenté dormirme, colocarme sobre el lado derecho, como hago siempre que tengo problemas para conciliar el sueño, pero resulta que en Norteamérica los búfalos no tienen dónde vivir porque sus extensas praderas han sido substituidas por cultivos de trigo y soja, y claro, si comemos hamburguesas de tofu por fin podremos mirar directamente a los ojos a una vaca y sin embargo, ¿qué coño hacemos con los búfalos?

Sentí un pequeño picor en el vientre y me deslicé boca arriba hasta la cabecera de la cama para incorporarme: la parte que me picaba estaba cubierta de puntos blancos y quise palpar esa parte con una pata pero inmediatamente la retiré porque el roce me producía escalofríos.

¿Qué pasaría si durmiera un poco más y me olvidara de todas estas chifladuras?- pensé.

Y me quede dormido. A la mañana siguiente desayuné una ración de jamón ibérico. No fue un sueño: el mundo seguía en guerra.

especismo y usos diferentes.jpg

 

 

 

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