Mamá y papá:
Soy vuestro hijo, Chiranjiv. Estoy bien, de verdad. Quería aprovechar, ahora que los buzos me han traído papel y lápiz, para deciros que os quiero mucho y que he decido quedarme aquí, no salir de la cueva porque lo que me espera en la superficie me da mucho miedo, muchísimo. He cavado un hoyo en el que empezar una nueva vida, comer liquen y musgo cuando me apetezca, beber el agua pura y filtrada entre las rocas, protegerme de un sol que es más nocivo que nunca y sobre todo disfrutar del silencio. Grito mi nombre y las rocas me devuelven mi nombre al tiempo que la superficie del agua vibra. ¡Es genial!
Ya he quedado con los responsables del rescate para que todos los domingos, igual que hacemos en casa, me envíen una caja de pollo frito. Por favor mamá, dales la receta, que no se te olvide.
Supongo que os preguntaréis qué me ha hecho tomar esa decisión. Pues os cuento. Hace cuatro días y mientras todos dormían, hablé con Ekkapol, el entrenador. Me acerqué a gatas porque le vi apartado del grupo y sentado en cuclillas sobre una estalagmita. Lloraba como una madalena, el pobre. Le pregunté en voz baja qué le sucedía. Entre pucheros me confesó que todo había sido culpa suya, que si salíamos de la cueva los padres de los niños le iban a responsabilizar de lo ocurrido y que su carrera como entrenador estaba acabada. Además, esto lo dijo con un reguero de moco cayéndole sobre el labio, ahí arriba todo el mundo está muy confundido y ahora si no es un sí es un no, y que si los veganos son los principales responsables de la destrucción del planeta, y que un tal Juan José Padilla no era un torero sino un Transformer y que, en la película sobre el rescate que Hollywood ya está preparando, su papel sería interpretado por Maluma y que la si la palabra manada ya no se podía emplear nunca más, incluso para un equipo como ellos, los Jabalíes Salvajes…
Se quedó sopa tras pronunciar la palabra salvajes. Mejor así: vosotros dormid tranquilos que yo me quedo en esta caverna.
Os quiere. Vuestro Chiran.