Lo ha conseguido. Pablito Casado —con su primera novia —ha sido capaz en un tiempo récord y con la ayuda interesada de ese pigmalión con el bigote en retroceso, de que algunos echemos de menos a Rajoy.
Semejante elemento, siempre con esa pinta de oficinista recién salido de Mango (incluso cuando ara para la foto), mostrando su geométrica dentadura al tiempo que deja en la atmósfera lindezas relacionadas con la hispanidad (¡¡WTF!!), las bombas en Siria, varios «Viva el rey» repletos de baba monárquica y su participación personal en el derrumbamiento del muro de Berlín (lo de ir a las clases del Master nunca fue su fuerte y, por lo que se ve, la historia tampoco) ha logrado lo imposible: aglutinar en su fibroso torso a la España que calla y convertirse en su vocero.
Sólo alguien, cuyos hijos se llaman Paloma y Pablo en honor a las siglas de su partido, podría lograr remover los cimientos de la derecha, darle un lavado de cara exprés, recuperar los símbolos pata negra enterrados por la velocidad de un mundo digital que vuela y encarnar como nadie la linea que separa al fachilla majete de ese cuñado imbécil que le introduce el miembro (de las Juventudes del PP) a tu hermana.
Y es que miradlos a los dos juntos, nuestros Kennedy patrios:
Ella vestida con esos tejidos tan vaporosos, tan de la tierra, con la pulserita en la muñeca derecha y la palma de la mano de su hombre sobre esa espalda de nadadora sincronizada (con el poder). Su cara ovalada en simetría siamesa con el collar que roza su esternón y cuyo equilibrio es alterado por una melena muy Maria Teresa Campos en sus mejores tiempos. Todo encaja en ella: nuestros deseos por tener una muerte libre, dulce y despenalizada, por ser gobernados por aquellos que saben mejor que nadie lo que nos conviene, por tener un salario digno, por enterrar a nuestros abuelos en el cementerio del pueblo, por silenciar cientos de escándalos de corrupción mediante discursos bochornosos que calan en el vulgo, por aclamar al mentiroso como héroe, a la nación como el cemento entre los ciudadanos y al sueño de los que tienen la barriga llena como la vigilia de los hambrientos…, querida Isabel, sal de ahí antes de que sea demasiado tarde.