Es un milagro

Es increíble lo que aguanta el cuerpo humano: ayer te bebiste cinco copas, tres Jaggermaisterle diste cuatro chupaditas a la bolsa de M de tu colega Paul, bailaste al lado de una dominicana que no paraba de sudar en la pista del Berlín y regresaste a toda hostia en bici por el carril de más de treinta kilómetros a la hora… y hoy te despertaste. Es un milagro que puedas seguir respirando a pesar del terrible dolor de cabeza que genera en tus globos oculares una onda expansiva similar al tsunami de Fokushima con el agravante de la química, ese gran adversario de la naturaleza desencadenada.

Es un milagro que te hayas podido levantar de la cama entre haces de luz procedentes de la ventana y de algún punto indeterminado del cosmos, y cuya radiación —absolutamente imprescindible para la vida —percibes en el muslo de tu pierna mala  que todavía vibra con los graves de la canción de cierre de anoche, el «Time to pretend» de MGMT… no, tranquilo, no es Parkinson pero quién sabe si en los próximos años tu código genético cumplirá finalmente la amenaza que se cierne sobre ti y de la que eres absolutamente inconsciente en estos momentos. Bebe agua, haz el favor.

Es un milagro de tamaño XXL que te metas en la ducha y no te deshagas como una pastilla de jabón que cae en el interior de una bañera humeante, la misma que anhelas tener desde hace años pero que no te puedes permitir con el salario de mierda que cobras. Y sí, también es un milagro que llegues a fin de mes con menos de mil euros teniendo en cuenta que son casi seis cientos de alquiler.

Es un milagro que regreses a la cama y que no jures por el Cristo del Abismo, San Judas Tadeo, las uñas de Rosalía un viernes por la noche y  las cuerdas vocales de Camarón, que nunca más volverás a emborracharte. Nunca más.

Pero piénsalo bien, es un milagro estar aquí después de casi cuarenta años vivo, que tu cerebro envíe corrientes eléctricas a todo tu cuerpo como el que envía un Whatsapp, que tu sangre se coagule levemente con tus excesos pero que con un par de carreras y un batido de pepino y cúrcuma todo vuelva a su ser, que todavía no se haya declarado una guerra en Cataluña y que nadie haya podido descifrar, a pesar de todos los avances de la humanidad que incluyen naves en Marte y un laboratorio subterráneo de partículas elementales en Suiza, el sentido de la vida, el mismo que te eligió a ti como habitante de ese cuerpo que apesta a alcohol, el mismo que ocupa esa carcasa entre cientos de miles de millones de probabilidades y estrellas en combustión.

Es un milagro convertir una dramática supervivencia en una vida. Es un milagro.

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