Caían manzanas a su alrededor y él elaboraba teorías revolucionarias. Mucho ha llovido desde Newton, pero aquella ley en la que «para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto» mantiene su amenaza, distinta gravedad en otro tiempo donde se intercambia fruta por bombas de vacío, física por sinrazones de guerra. Así, el equipo de Palermo ha tomado el testigo y organiza un evento en apoyo a Ucrania, un país que existe para lo que interesa mientras se desangra. En esa ficción seguimos, hasta que el día 10 de mayo, Miguel Ríos, Dani Martín, Coque Malla, Depedro, Morgan y muchos otros muy buenos, suban al escenario del Wizink Center. Todo en una noche, todo con una reacción: que la música sirva a su propósito de agitador pacífico y se recauden fondos destinados a la acción, la humanitaria y por lo tanto la vida.
Para los que no lo sepan, poner en marcha un concierto de estas características implica un nivel de producción inabarcable. Por esa razón, comprar la entrada antes de la fecha contraviene el enunciado de la primera ley del genio inglés: «Si sobre un cuerpo no actúa ningún otro, este permanecerá indefinidamente moviéndose en línea recta con velocidad constante». Sucede todo lo contrario. El movimiento se hace con un dedo en la página web, aquí y ahora. Magia.
Resulta que la vida sin música sería un error, pero aún más la música sin un fin más grande que ella misma. Si la política es el arte de encontrar problemas, entonces habrá que tocar muy alto y mirando al Este. Y así se enuncia la tercera ley, la del amor y la solidaridad, la de las canciones como territorio donde nadie puede hacernos daño, hasta que acaban. No nos moverán, acabará antes la guerra.
