Lito, traficante de verbenas y músicos

El verano es un poco menos español si al caer la noche no hay una orquesta amenizando la velada en la plaza del pueblo. Ahí, entre el olor a churro y el brillo de las luces tristes, cientos de viejos se desoxidan (barbilla con barbilla) al compás de pasodobles inmortales, mientras los más jóvenes calientan con reguetón, speed y las versiones de Rosalía.

Los instrumentistas repiten su particular historia interminable —¡ooo, ooo, ooo!— y la cantante, verdadera estrella de la velada, anima el cotarro por 1.850 euros al mes. Al fondo y con un sobre entre las manos espera Lito, traficante de bachatas y merengues, dueño y señor de la Panorama, la París de Noia, la Sintonía de Vigo, exmúsico reconvertido en narco verbenero que ha hecho fortuna repitiendo la fórmula infalible, la misma puesta en práctica desde hace décadas por discográficas, promotores y festivales: pagar mal a los músicos porque total, si solamente hacen música…

Y es que, aunque parezca mentira, algunas de estas orquestas pueden llegar a cobrar 30.000 euros por concierto, tienen más seguidores que Taburete y son prioridad en la agenda política. Sin ellas los vecinos se rebelan y después no votan. Mientras tanto, Hacienda se resiste a intervenir, al igual que sus exhaustos integrantes prefieren mirar hacia otro lado cuando alguien les pregunta sobre Lito, el hombre con cara de bulldog acusado de ganar 50 millones y facturar el 10%.

Es extraño pensar en términos artísticos cuando hablamos de orquestas y, sin embargo, todas ellas hacen música, amenizan las vidas de parejas tristes, emocionan a los más pequeños y ponen al servicio del contribuyente un trabajo «mal pagado» en el que la precariedad de los entusiastas da lugar al sueño millonario de los sordos.