De Pau, Gasoles y la edad

Muchos recordarán a un chaval a una nariz rapaz pegado que parecía desmontarse entre miembros elásticos, siempre con los puños duros —excepto cuando encestaba— y esa actitud fría a los ojos del mundo y en permanente ebullición. Se llamaba Pau Gasol, con el tiempo simplemente Pau. Porque ya se sabe que los que marcan las eras a fuego terminan reducidos al número de la camiseta o unas siglas con vocales fuertes. Fue hace 20 años y les metió 20 puntos a los griegos. ¡σκατό! Lo que sucedería después se enmarca en la categoría de leyenda, más que nada porque si los androides sueñan con ovejas eléctricas, el de Barcelona convirtió el sueño en vigilia inalcanzable. Con una salvedad, la de un tal Marc, el ‘pequeño’.

Después llegaron las medallas y un tío muy feo y muy bueno llamado Nowitzki, y ellos a lo suyo, a correr y encestar, a competir sin levantar la voz, a realizar declaraciones repletas de sentido común y acentos impecables. Eso sí, salían a la cancha y te arrasaban. Fue en Pekín donde demostraron que al Dream Team se le podía plantar cara de español y salir con la cabeza (muy) alta, altísima. «Ahora nos lo empezamos a creer», dijo Pau con toda la naturalidad de sus 215 centímetros y 113 kilos de peso.

Pues ya está. En un tiempo de lectura aproximado de dos minutos han discurrido veinte años, exactamente lo que dura un calentamiento. Hoy los hermanos se retiran de la Selección, esa que era roja, y lo hacen porque toca sangre nueva. Pau con 41; Marc con 36, una edad en la que la mayoría de mortales comenzamos a aceptarnos, a tener dolor de espalda y a hacer ruido cuando se nos cae el tenedor. Viéndoles jugar, con esa calma de los que hacen fácil lo imposible, uno critica el exceso de realismo de las películas de Marvel. Gracias, superhéroes; gràcies, hermanos.

Ilustración: Neil Stevens

¿La selección nos representa a todos?

La verdad es que Uribes, flamante ministro de fútbol y toros, es un genio. Después de castigar al sector con una sucesión de declaraciones dignas de un portero (de discoteca), ahora se desmarca con otras que van más allá del fuera de juego. Primera perla: «No estamos vacunando a los futbolistas, sino a los jugadores de la selección española». Para entender semejante titular tuve que recurrir a mi amigo Jaume Gelabert, lingüista y filósofo funky, que señaló la importancia de la pragmática, es decir, cómo el contexto influye en el significado. Para evitar la confusión lo más recomendable hubiera sido balbucear: «No estamos vacunando a los futbolistas, sino a los representantes de la nación». Se entiende mejor, ¿no? Otra cosa es estar de acuerdo. Pero es que este hombre piensa lo justo. Será por las zapatillas de tacos.

Segunda perla tras la confirmación de la vacunación exprés: «Lo hacemos porque nos representan a todos». En este punto cabría preguntarse por la palabra todos, pronombre indefinido masculino plural que indica la totalidad de los miembros de un grupo. En un primer vistazo, podría parecer una exageración, que lo de hacer patria con el deporte ya está muy visto. Aquí dejé en paz a Jaume y llegué a la conclusión de que es verdad. A los españoles nos gusta la juerga, saltarnos las colas, que nos eliminen pronto para seguir con las vacaciones y hacer de nuestro himno una bandera. ¡Oeeoeoeoeoeoeeee!

Mas allá de la semántica y el deporte algunos siguen empeñados en agrandar la brecha, privilegiar unas actividades sobre otras y convertir la vida en la Tierra en una broma infinita. Entiendo que, al final, los españoles se representan a sí mismos y el fútbol es mensaje, mensajero y pistola. Ya se encarga Uribes de hacer blanco donde más nos duele.

Ilustración: http://www.1000dessins.com