Jorge Javier y la paradoja de la tolerancia

Jorge Javier Vázquez es, además del rey de la televisión chusca, un hombre lúcido, y no precisamente por esas chaquetas sacadas de la Marbella de Jesús Gil. Más allá de los focos y gracias su afilada lengua, la paradoja de Popper se convierte en ‘trending topic’… con el consiguiente cabreo de Vox. Así es como este «aprendiz» de Kim Jong-un (según Abascal) reparte a izquierdo y siniestro llevando al horario de máxima audiencia el mantra de «si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes». Y la esperanza vuelve a Telecinco.

Llegados a este punto y teniendo en cuenta que hay pocos filósofos en los platós de televisión y muchos en paro, poco a poco comienza a instalarse en España la idea de no tolerar el fascismo, algo que por parte de los fascistas es interpretado como un fiero ataque contra la libertad de expresión, pilar fundamental en una sociedad democrática.

Así respeto y justicia se entremezclan con proclamas homófobas y racistas y cada vez es más difícil determinar qué ideas son intolerantes y dónde debería establecerse el listón de lo moralmente aceptable. Ante semejante disyuntiva, lo mejor es aplicar la regla del «si toleras esto, tus hijos serán los siguientes». Jorge Javier y los Manic Street Preachers lo tienen muy claro. Y ahora tú también. Belén Estaban no tanto.

Ilustración: https://geoffmcfetridge.tumblr.com/

El mundo según Joe Exotic

Ahora que el tiempo es una variable extraña y remamos en un presente errático de recuerdos y festivales perdidos, es el momento perfecto para zambullirnos en la ficción de los libros, en la relación con nuestra pareja convertida en compañero de celda o en «Tiger King», una serie de Netflix que es, por méritos propios, la versión palurda de un drama shakesperiano ambientado en la América profunda, a grandes rasgos España a día de hoy y desde hace cuarenta y nueve días.

La premisa es la siguiente: «Si hay más tigres en los patios traseros de Estados Unidos que en libertad, ¿qué puede salir mal?». Pues todo. Para confirmarlo ahí tenemos a Joe Exotic —una mezcla de Belén Esteban, el comisario Villarejo y el Banano pasado por un filtro rosa— dueño de un zoo en Oklahoma y obsesionado con Carol Baskin —animalista de turbio pasado—, las armas de fuego, los piercings en la ceja, los likes, el tinte y el amor polígamo. Y claro, como la realidad supera siempre la ficción aquí hay más villanos y muertes que en las ocho temporadas de «Juego de Tronos».

El caso es que, poco a poco y a este lado del charco, encontramos a muchos políticos que adquieren la forma fieramente humana de Joe Exotic, sus maneras, esa bilis convertida en metralla, incluso el estilismo virtual, olvidándose de que una gran parte de los ciudadanos, y por primera vez en mucho tiempo, han venido a ver correr a los guepardos y las panteras, no a los supuestos dueños del zoo. Será que en cautividad somos incapaces de evadirnos de nosotros mismos.