Afecto

En la palma de la mano de un bebé alrededor de un dedo. Ahí se concentra el afecto. Afecto de otros que sujetan nuestras penas o detienen una ráfaga de viento. Afecto, jirones de ternura y espacio que permite soportar esta vida que se clava y va matándonos. Afecto, cura como forma de estar sin decir nada. Lo veo en los amigos, en la gente sola, al caer la noche. Con afecto cambiamos la opinión del que está mal hasta cuando sueña. Afecto en el corazón del tiempo. Y amanece.

Durante años pensé que no me hacía falta. Tenía mi arte y mis ventanas a otras partes. Estaba tan equivocado… Entre pena y fantasmas sentí el calor del afecto. Me revelaba. Me tenía a mí. Pero, ¿qué somos sin la paciencia de un abrazo? Un cuerpo a la deriva. El afecto llega cuando uno se resiste a los afectos, cuando la pena toca hueso. Porque el afecto nunca se calcula. Alguien lo entrega, alguien tendrá que recibirlo. Aunque no quiera.

Nos quedan ellos, los afectos. Hacia ellos vamos sin saberlo. Estaba escrito en las líneas de la palma de la mano, en las pupilas. De lo más pequeño a la inmensidad. En el afecto hay compasión y compañía, amor que prescinde de poder, la naturaleza en su forma más humana. Si podemos sentir afecto por un desconocido, ¿qué no podremos sentir por alguien próximo? Afecto inagotable, afecto necesario, afecto sin espinas. Solamente podemos dejar de sentir frío en su regazo. Dad afecto. Recibiréis toda una vida a cambio.

Ilustración: Guy Billout

Sobre la bondad

Menos verdad, ser buena gente, que la bondad sea lo único que queramos imitar. Lema a tatuarse en tinta mágica. Porque conducir un Tesla, el cubo de basura para bricks, comprar justo… demostraciones que apuntalan la reputación, algo vistoso. La bondad, en cambio, va del tórax al cerebro, florece a oscuras como forma de inteligencia poco reivindicada, humilde. Se siente, es algo sin llegar a concretar el qué. Mano, ¿la sombra que da agua a los perros?, palabras sinónimo de abrazos. En ese punto de encuentro, la razón se sorprende de lo que es capaz de hacer por sí misma. Hacer el bien, ¡qué mejor forma de deshacerse estando vivos!

Bondad para que la felicidad comparezca en esas personas de las que la gente habla. Todo altruismo pues se prescinde del interés propio para ampliar la satisfacción de una hermana, de un pez, también de un enemigo. Bondad envuelta en la gratitud que crece mal en las alturas y vive apegada al barrio como extensión de este mundo de muchos. Bondad frente a barbarie, bondad contra likes, bondad en el espejo cada día. Bondad, qué bonito nombre tienes.

Siendo bueno la aspiración de ser mejor se acerca. Salir ahí fuera, luz, más luz, observar lo que no nos gusta, que es mucho, moldearlo para convertir la estupidez en un intento de remedio. Es posible racionalizar el sentimiento, creo, con paciencia, paciencia bis y hábito. ¿De qué hablamos cuando hablamos de bondad? De amor en acción, de virtud, de empatía en las costuras. También del único trabajo al que merece la pena consagrar la siesta. Superioridad bien entendida. Ser bueno en el buen sentido se parece poco a hacer el bien. Qué mal endémico tan grande no intentarlo.

Ilustración: Guy Billout