El extranjero

Es cierto. Ya lo decía Camus. Uno se forma ideas exageradas de lo que no conoce. Y es que lo ignoto, precisamente por serlo, viene envuelto en papel de burbujas, pura novedad, y ésta se percibe como lo único necesario. Así nos va, siempre en búsqueda de algo fresco, precisamente porque conservar lo puesto cuesta más que perderse en disfraces nuevos, en una calle que empieza y termina en espejismos, quizás un hábito convertido, a partir de ahora, en promesa. También hay miedo, ¿pero no es precisamente eso lo que nos hace seguir vivos? Luego están las formas, los colores, nuestro lugar de observador poco observado y también la nostalgia de un viaje que sabes que se acaba porque hay que volver. Ay, el extranjero, el extranjero vuelve.

Entonces la queja desaparece. Sabemos que andamos de paso. Incluso la comida con sabor a arena sabe rica, playa con estrellas sin nombre entre los dientes. Cierto, nunca se cambia de vida. Como mucho de entorno, otro cielo quizás. De ahí aquello de que «cosa nueva nunca es buena, al menos si lo piensas con detenimiento». En otros países uno deja de recordar y transita por otros olores, siempre con la esperanza de que mañana habrá un nuevo uso para el día. La rutina fue una forma extraña de locura, de ahí que no entender la lengua del país cuente como espectáculo de noche, de tarde y de amanecer. Después cierras los ojos.

Sucede que muchos se sienten mejor en tierra ajena, incluso se adaptan al ritmo de los pasos, a la incertidumbre que implica mirar a la izquierda al cruzar la calle. El mundo siguió girando por el otro lado, pero el turista, ese que va acaparando sitios en un mismo cuerpo, continúa implacable en su afán por encajar, aunque sepa que tampoco pudo hacerlo en su lugar de origen. A veces recibe miradas grises, algún gesto de ese lado oscuro de los hombres y, a pesar de todo, gira en la siguiente esquina, memoriza, descansa en un jardín seco. Al final, todos terminamos deshaciéndonos, aquí, allí, en cualquier parte. La vida, el único viaje sin destino.

Ilustración: Hiroshi Nagai