Maradona arranca por la derecha

Para los ateos, la figura de Maradona, a veces Diego, es lo más parecido al Mesías, tan humano como cualquier niño del policlínico Evita y a la vez inalcanzable como la gloria del gol contra Inglaterra. Y lo es por la sencilla razón de que en una sola persona se congregan el comienzo del partido y la crucifixión, la hora de la Argentina en la muñeca derecha y la local en la buena, el balón como credo y el hombre que es más hombre por la gracia de sus múltiples Judas. Entre medias, un mundo a las bandas, expectante ante la próxima jugada dentro y fuera del estadio, ansioso por entrarle por detrás para admirar su resurrección en el noventa. Porque si algo tenemos claro es que Diego Maradona nunca muere, a pesar de que su corazón ya no nos lata. De ¡Santa Madonna! a Gennarmando pasando por el vicio del sábado noche. Y por eso su historia se cuenta por revanchas.

Gracias a él los perros y los niños llevaban pelucas, los escépticos poníamos la tele cuando hacía de una bola de papel el centro de todas las miradas, y por fin el Sur existía ante la maquinaria de los ricos, esos que le hacían vudú con el diez a la espalda y veneraban en privado, los mismos que sonreían aliviados al verle transfigurado en Maracoca un miércoles para después marcarles tres goles el sábado a la tarde. Y él no se callaba, ni dentro ni fuera. Será porque los genios tienen el don de la inoportunidad, incluso en los descansos.

Más allá de odas y panegíricos el mayor mérito del Barrilete Cósmico fue ser auténtico a todas horas, ante cualquier oferta o adversidad, algo que por otra parte resulta mucho más meritorio que interpretar a Jesucristo en su versión albiceleste. Si eso no es ser divino entonces que baje Maradona y lo vea; desde las alturas el mundo se parece menos a aquella pelota cosida a sus pies. A10s, Dieguito.

Ilustración: http://rinckscreative.com/

¿Habemus POTUS o qué?

No sé a vosotros, pero la espera por la elección del nuevo jefe de este orden mundial venido a menos se me está haciendo insoportable. A mí y a Rafa, claro. Y es que la fumata blanca no sale de la Casa idem, y el tiempo pasa, nos vamos haciendo pequeñitos pequeñitos como la amígdala de Trump y nuestras súplicas son ignoradas por los astros y unos pocos estados con nombres intercambiables en el papel y el rosario: Georgia, Omella, Arizona, Nevada, papa Francisco… Da igual lo que recemos o a quién, porque han pasado 24 horas desde la última vez que lo miré y Biden sigue a seis votos, seis Gólgotas como seis hermanos de un padre carpintero, inamovibles, suspendidos en un tiempo sin autor y con un nudo más que probable en forma de protestas masivas. Entonces qué, ¿habemus POTUS?

Para aquellos a los que estas siglas les deje fríos como una noche con toque de queda, decirles que se trata de la manera vaga con la que referirse al President of The United States, vamos, un cargo religioso repleto de connotaciones domésticas que al menos nos está sirviendo para pensar en cosas menos mundanas. Sobre todo cuando vemos a una parte de los habitantes de la nación más poderosa del mundo comportándose peor que Macarena Olona en un día aciago.

Pero así estamos, en este vilo con la cara chusca de dos hombres blancos, viejos y heterosexuales que aspiran al trono para dominar la Tierra, Jesucristos del Twitter y la trifulca mediática empeñados en dar esperanza a un pueblo extenuado que, sin embargo, se niega a renunciar a la lucha. Será porque es verdad que en ese país cualquiera puede ser presidente. This is America, palabra de Dos.

Ilustración: John W. Tomac