En caso de duda, girad a la izquierda

En Madrid siempre hemos hecho lo que nos ha salido del coño, mucho antes de que Isabel Díaz Ayuso introdujera la libertad desprovista de cualquier significado inteligible. Para entenderlo mejor tiro de ejemplo y amigos que follan con hombres y lo justifican en nombre de la heterosexualidad más normativa: «somos muy machos», dicen. Así funcionan las cosas en una ciudad liberada —al menos antes de la catástrofe—, entre Sodoma y Gomera, afters y chupaditas de M, una actitud, la madrileña, que acoge sin preguntar y después elige a representantes públicos en contra de lo público desde los primeros párrafos de sus programas. O eso parece a juzgar por los resultados de las elecciones en la comunidad a partir de 1995. De las cejas de Gallardón a los unicornios actuales. Entre medias, una bandada de gaviotas. Todo muy bestia.

Resulta que el voto a la izquierda es mayoritario entre el 70% más humilde, mientras que el voto conservador representa sólo al 30% más pudiente. ¿Qué demonios ocurre entonces? Pues que PSOE, MAS MADRID y PODEMOS sacan 32.000 en Villaverde y Usera y, en cambio, el PP obtiene 100.000 en Aravaca y Pozuelo. El eterno juego del norte inalcanzable y el pobrecillo sur, de la izquierda del sabotaje y la derecha inteligente, la deducción frente al instinto más pragmático… todo eso queda reducido a una cuestión de pasta.

A menos dinero, más abstención; a menor nivel educativo, menos ingresos y por lo tanto más abstención; a más desinformación, otra vez más abstención. Esto en el mundo. En Madrid cada día estamos más formados, un poco mejor informados —tampoco mucho porque hay que terracear— y retozamos en la precariedad. La izquierda defiende la igualdad social y se bate contra las jerarquías; la derecha afirma que ciertos órdenes sociales y jerarquías son inevitables o deseables. Por favor, no nos saboteemos una vez más, troncos. Mañana, en caso de duda, girad a la izquierda.

Ilustración: Peter Bainbridge

Isabel Díaz Ayuso es un genio

«El concebido no nacido debe considerarse como un miembro más de la unidad familiar». «Los atascos son una seña de identidad de Madrid«. «Hablar de empleo basura es ofensivo para la persona que está deseando tener ese empleo basura». «Un día os iréis de vacaciones y cuando volváis Podemos habrá dado la casa sus amigos okupas». «Vox no es extremo«. Así hasta llegar a la joya del encefalograma plano: «Todos los días hay atropellos y no por eso prohibes los coches». El universo y la estupidez son infinitos; Isabel Díaz Ayuso es un genio.

Y es que todas estas frases con las que salpica sus intervenciones — siempre convenientemente calculadas— ponen de manifiesto que la supuesta estupidez de la presidenta de la Comunidad de Madrid no es tal, que todo responde a una estrategia con la que consigue monopolizar la atención de los medios y por tanto la de todos los madrileños, es decir, potenciales votantes. Nos escupe a la cara desde la trinchera y repartiendo pizzas, reconstruyendo un mundo a la deriva (socialista), y lo hace con la única sintaxis capaz de abrirse paso entre la histeria colectiva: la nEcedad=mc2.

Paradójicamente nadie se la toma en serio, como si la coprolalia mezclada con lejía ‘made in Trump‘ no pudieran cuajar en un país en el que ser torero es, a pesar de todo, sinónimo de artista. Ahí está ella, con esa mirada estrábica, volando bajo y con mascarilla, consciente de que los hombres verdaderamente estúpidos ignoramos la sabiduría política camuflada detrás de sus palabras… y que además nos pone. Muchísimo.