Carta de los españoles a Juan Carlos I

Campechano, inviolable Juan Carlos:

Con el mismo afán de explotación de España que inspiró su reinado y ante la escasa repercusión publica que está generando su supuesto cobro de comisiones ilegales, la alargada sombra de Franco, el blanqueo de capitales, la muerte de varios elefantes y un faisán, y demás acontecimientos de su vida privada que ahora es pública y notoria, el pueblo desea manifestar su más absoluta repulsa y contribuir a la puesta en práctica de aquel mantra dislocado, el de todos somos iguales ante la ley, siempre desde el sosiego en estos tiempos de bonanza y expectativas tan halagüeñas. Nuestro inexistente legado, y nuestra propia dignidad como vulgo, así nos lo exigen.

Hace años que venimos expresando nuestra voluntad y deseo de ser consultados en lo relativo a esta monarquía parlamentaria que solo representa a algunos arribistas cercanos a la corona y sus quehaceres. Ahora, guiados por el convencimiento de prestar el mejor servicio a esta España que nunca perteneció a los españoles, a sus instituciones corruptas y a ti como rey emérito, te comunicamos nuestra meditada decisión de trasladarnos contigo, en estos momentos, a la República Dominicana o el Flowers. Lo importante es estar juntos.

Con la incredulidad de siempre, tu pueblo violado.

Ilustración: Paula Wójcik

El rey emérito de la avaricia

El virus terminó con el habitual funcionamiento de un mundo dislocado. De otra manera resulta imposible entender que los trapicheos del padre del actual monarca no sean la comidilla en playas y terrazas atiborradas. Pero es así y, a medida que se descuenta el verano, las portadas de numerosos periódicos internacionales amanecen con el Borbón mientras que en su cortijo apenas se le concede alguna siesta bajo esa condición tan etérea recogida en el artículo 56.3, aquello de que «la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad». Y así dispara elefantes en plena crisis, se folla a la Justicia, pide un perdón gangoso ante las cámaras y todos iguales ante la ley.

Precisamente por su condición de elegido debería ser un ejemplo para sus súbditos —al menos a la hora de diseñar clubes de striptease— y en cambio insiste en demostrar cada día que es un hombre de apetitos mundanos, con una hija despojada de sus títulos, un yerno en prisión, un nieto complejo y un hijo que renuncia a la herencia proveniente de un basurero suizo con olor a crema de afeitar. Todo de manera subrepticia, apagada y con raperos convictos.

Así es como el lenguaje real intercambia comisiones por donaciones, relaciones públicas por prevaricación y tronos por jets privados ante el entumecimiento de un país que tiene cosas más importantes de las que preocuparse, entre ellas recuperar el tiempo perdido. La integridad no es un destino turístico y al reino de España le resulta más conveniente mirar hacia otro lado. Al menos estamos de acuerdo en que el dinero está para gastarse.

Ilustración: Vincent Mahé