Inmigrantes

En la frontera la valla es fosa. No sólo en esa franja, límite de ficción entre países enemigos, también en un mundo cárcel por latitudes. Mientras, una masa informe de vida y futuros imposibles salta. Otros, de verde y bajo órdenes, se saltan la única ley que importa porque acoge, estableciendo la línea divisoria entre extranjero e invitado. Resulta que la medida de los hombres se ahoga en un mar que hace tiempo que dejó de pertenecer al cazón y la corvina para convertirse en isla al otro lado, matadero, nicho bajo el mercurio. Se trata de una transición extraña de pez a diana, de negro a blanco. Y además borra los nombres.

Balas para recibir al inmigrante. ¡Bienvenidos a España y a Marruecos! Da igual, ¡bienvenidos todos! Pasad que dura poco. Como eterna parece la indiferencia de la mal llamada civilización. ¿Occidente era eso? Un sueño diluido, una mentira. También para los que nacieron dentro de esa idea asfixiada a cada intento. Hacía ella se dirigen jóvenes que abandonan su casa, caricatura de los que se quedan, espejo de los que observan desde lejos.

Me pregunto por qué lo siguen intentando, qué dejan atrás si en nosotros encuentran muerte y sólo muerte, playas de alambradas, animales sin latido, cristal en las alfombras, filo. La esperanza inventa el mundo cada día, quizás un piso y un trabajo, vamos, lo que viene a ser la vida y sus afanes. Bajo esa premisa yace la respuesta: el inmigrante no emigra, huye. Tenemos una deuda con ellos. Hoy parece imposible de saldar. Y saltan.

Ilustración: Andrey Kasay

La Luna de la Cruz Roja

La comunidad científica está de acuerdo. Hace 4.500 millones de años, un planeta vagabundo y sin destino chocó contra la Tierra. El impacto propulsó al espacio fragmentos envueltos en vapor. Polvo, rocas ardientes y gas quedaron atrapados en la órbita terrestre. Al enfriar y solidificarse formaron una esfera: la luna. La foto de Luna, la voluntaria de la Cruz Roja consolando a un senegalés sin nombre ni patria, confirma la insistencia de la historia por volver a repetirse. A peor.

Ante la violencia que su abrazo suscita entre las facciones más rabiosas del género humano, ella, de Móstoles en Ceuta, veinteañera, decide desaparecer, igual que el satélite en las noches más oscuras. Porque ya se sabe que las fases lunares afectan la actitud de los terrícolas, sobre todo cuando es llena y con chaleco. Ayer fue el caso.

Así Luna atrajo a las mareas. Una alta y afectuosa; otra baja y plagada de desechos, plásticos y cascos de barco sin tripulación ni ventrículo. Queda demostrado que cada uno ve lo quiere cuando mira al cielo o las fronteras. Resulta que en 2021 el amor bien entendido, sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno, también es política. Y de pronto, el día se convierte en noche cerrada… hasta la próxima Luna, hasta el próximo gesto de garra suave y esperanza.

Ilustración: Alessandro Gottardo