Eso que tú nos diste, Pau

Algo extraño sucede al hablar de la muerte. La mandíbula se tensa, la mirada se encoge. Lo siguiente, cambiar de tema. Poco importa que impregne el bol del desayuno o aceche cada respiración mal dada. Luego está lo del Pau. Decide pasar el inevitable tránsito con la familia, Fideos y ante las cámaras. Mira a Évole y de entre los surcos de un jirón de piel se destapan los ojos de un niño, los mismos que acompañan una conversación sobre cosas normales, corrientes. Algo más extraño sucede porque ante lo inevitable —ojalá pudiera vivir quince o veinte años más, dice— reivindica la vida bien usada, soporta el pensamiento de quedarse atrás, aunque no quiera. Y llora, y ríe y adrede despoja de drama los últimos momentos. Doce días después era un recuerdo.

Todos conocemos la antesala de la muerte. Algunos porque se lo contaron; otros porque les tocó. Normalmente lo que se hace es acompañar al paciente —la palabra enfermo es inexacta — y entender que muchas veces se hace mucho no haciendo nada, sólo estando. El tiempo deja de contarse con relojes y la vida queda en ese suspenso en el que dar un paseo por la montaña, pelar una naranja o atardecer adquieren su verdadero significado, el que tienen aquí y ahora.

Pau tiene frío y se coloca la gorra hacia atrás, igual que un adolescente de cincuenta y tres años. Da igual, llega a decir. Y en se momento uno entiende que algunos mueren muchas veces antes de morirse, y otros lo hacen tal y como vivieron, con la tranquilidad que otorga saber que es síntoma de vida. La entrevista termina y pasan los créditos. Las canciones adquieren aspecto de silencio después de verle susurrar desde el más acá. Ya por eso merece la pena amar, cantar, vivir. Eso nos diste, Pau, y eso es la hostia.

Ilustración: http://www.ellocodelpelorizo.com

Maldito cáncer

Hoy ha muerto Pau Donés. De cáncer. Una vez más. No le conocía. Tampoco me gustaban sus canciones a excepción de aquel verso ahora profético en esa canción única: «Puede que hayas nacido en la cara buena del mundo, yo nací en la cara mala llevo la marca del lado oscuro». Sin embargo, conozco bien los estragos de una enfermedad que reduce la carne y las ganas a un hilo de voz, que termina convirtiendo a los miembros de la familia en otro paciente, en casa, en el hospital, durante las horas de espera en vida. Por eso su muerte me entristece. Mucho.

Hace una semana lanzaba un vídeo en el que se mantenía en pie con la ayuda de un taburete. A pesar de los efectos devastadores del tratamiento parecía empeñado en seguir dando conciertos, mostrar el rostro amable de una prueba contra el tiempo que es inventado, como si seguir dando cuerda a un sistema perfecto y defectuoso fuera razón suficiente para reír y respirar. Y eso es digno de admiración. Máxima.

Recuerdo que todos supimos que padre se moría en el momento que dejó de tocar la guitarra. Hoy se va Pau Donés y lo hace como vivió, quitándole hierro a una vida bien usada porque quien canta sus males espanta. Has sido un buen ejemplo para muchos sin quererlo. Buen viaje, compañero.