¿Habemus POTUS o qué?

No sé a vosotros, pero la espera por la elección del nuevo jefe de este orden mundial venido a menos se me está haciendo insoportable. A mí y a Rafa, claro. Y es que la fumata blanca no sale de la Casa idem, y el tiempo pasa, nos vamos haciendo pequeñitos pequeñitos como la amígdala de Trump y nuestras súplicas son ignoradas por los astros y unos pocos estados con nombres intercambiables en el papel y el rosario: Georgia, Omella, Arizona, Nevada, papa Francisco… Da igual lo que recemos o a quién, porque han pasado 24 horas desde la última vez que lo miré y Biden sigue a seis votos, seis Gólgotas como seis hermanos de un padre carpintero, inamovibles, suspendidos en un tiempo sin autor y con un nudo más que probable en forma de protestas masivas. Entonces qué, ¿habemus POTUS?

Para aquellos a los que estas siglas les deje fríos como una noche con toque de queda, decirles que se trata de la manera vaga con la que referirse al President of The United States, vamos, un cargo religioso repleto de connotaciones domésticas que al menos nos está sirviendo para pensar en cosas menos mundanas. Sobre todo cuando vemos a una parte de los habitantes de la nación más poderosa del mundo comportándose peor que Macarena Olona en un día aciago.

Pero así estamos, en este vilo con la cara chusca de dos hombres blancos, viejos y heterosexuales que aspiran al trono para dominar la Tierra, Jesucristos del Twitter y la trifulca mediática empeñados en dar esperanza a un pueblo extenuado que, sin embargo, se niega a renunciar a la lucha. Será porque es verdad que en ese país cualquiera puede ser presidente. This is America, palabra de Dos.

Ilustración: John W. Tomac

¿Será el 2019 el año de la religión vegana?

No lo soñé: la nieve ardía, el metro avanzaba lentamente y un tío sentado a mi lado se indignaba al escuchar a dos palurdos disfrazados con un traje dos tallas más grande discutiendo acaloradamente sobre alguna actitud machista generalmente aceptada del sujeto A para con la novia del sujeto A:

—Tío, eres un cerdo.

—Eso lo serás tú, asqueroso.

Fue pronunciar la palabra cerdo y mi compañero de viaje cerró los puños, chascó el cuello, torció la boca formando un ocho invertido y se dirigió hacia ellos llevado por la cólera del «Dragón Vegano»:

—Por favor, no se os vuelva ocurrir utilizar esa palabra para referiros a un ser humano: los animales están muy por encima de la única especie que supone un verdadero peligro para el planeta…

Se creó un silencio en el vagón de tales dimensiones que se nos bajó el pedo a mí y al maquinista. De hecho, la onda expansiva de estas palabras fue tan enorme que al llegar a casa no pude evitar tirar a la basura la pata de jamón, regalo de la empresa, y llegar a dos conclusiones:

  1. Tenemos que estar preparados para todo: la sociedad evoluciona de tal manera que por mucho que lo intentemos siempre nos quedaremos atrás, sorprendidos por el ritmo de crucero de una mente, la humana, que gira al doble de la velocidad de la luz, es decir: a toda hostia.
  2. Ahora que el movimiento vegano/animalista se ha normalizado hasta el punto de aparecer en las descripciones del perfil de Instragram de cualquiera (junto a ocupación laboral, edad y biografía inventada) y cada vez nos sorprende menos que un hombre pueda matar a otro pero la idea de matar a un animal nos parece absolutamente aberrante, es posible que asistamos al veredicto a favor del caso de Jordi Casamitjana, hombre blanco, heterosexual y de barba pintada con típex, que alegó en los tribunales ser despedido por sus creencias veganas.

Quizás lo que comemos nos defina más que cualquier otra cosa… En todo caso tenemos todo un año para comprobarlo.