Aprovechando que ayer fue San Jordi es un buen momento para realizar un ejercicio de escritura creativa. Se titula «Los santos inocentes way of life«, en honor al clásico de Miguel Delibes. Tan solo hace falta inhalar la nube de veneno desplazada desde los horizontes urbanos a las redes sociales y añadirle un poco de imaginación, adaptando sus personajes prototípicos a esta modernidad mal entendida. Intercambiamos boinas por ‘twits’, encinares por fibra y ‘milanas bonitas’ por desesperación y, violá, un nuevo clásico para el olvido con un toque americano.
Paco «el Bajo» somos la gran mayoría, trabajadores amordazados por el «lo que usted mande», confinados entre la deriva y una excepción que parece venirle grande a cualquiera, incluso a don Pedro, administrador del cortijo. Azarías, inocente que se orinaba en las manos en la novela, estaría interpretado por Paco Rabal y en cuanto al señorito Iván se postulan varios candidatos, algunos compungidos frente al espejo, otros envueltos en harapos rojo y gualda y aquellos que disparan a los pájaros en pleno vuelo.
Por cuestiones ajenas a la ficción, en esta nueva historia el señorito no muere ahorcado, sino que sale ileso, con la conciencia intacta y sus valores bursátiles al alza. Mientras tanto, el resto, un poco menos risueños y algo más viejos, vuelve a recorrer el cortijo, se frota los ojos por culpa de la claridad extrema y levanta la cabeza. De pronto, «un apretado bando de zuritas bate el aire rasando la copa de la encina en que se ocultaba». Sí, yo tampoco soy capaz de entender este final.
