Cada cuatro años el ejercicio concentra la atención de los más sedentarios. El fondo cambia, los competidores se renuevan por dentro y por fuera y en Tokio los abanderados caminan por parejas: un hombre y una mujer muy sanos. En este clima de desarrollo social e indumentario, los titulares machistas demuestran cada día que los medios de comunicación siguen tratando de forma distinta las noticias deportivas según quien las protagonice. Y no lo digo yo, lo dice la Universidad de Cambridge después de analizar 160 millones de palabras. Ellos reciben más alabanzas y tiempo en el telediario, siempre rematados con un «fuerte» o «rápido». Ellas, en cambio, acaparan comentarios sobre su estado civil y destacan porque «lo hacen como un hombre».
De Paula Badosa comentan que es la ex de Broncano. El presentador, como es lógico, se encabrona mientras come Doritos delante del televisor y las redes le dan más bola —valga la redundancia— que a la tenista. Pero esto viene de la prehistoria. En los juegos de Río un periodista pagado escribía un poema sobre Allison Stokke: «Saltar, correr, andar, dormir, no hacer nada o hacerlo todo. Da gusto verla en general». Ninguna referencia a sus logros con la pértiga. Otro bromeaba con el equipo femenino de tiro con arco: «El trío de las gorditas roza el milagro olímpico». ¡Siguiente!
Así se las gasta el machismo. Tan enquistado se encuentra en la sociedad que pasa por una gracieta, el «no hay nada de malo en admirar la belleza» que dirán algunos. Resulta que estas actitudes disfrazadas de normalidad relegan el espíritu de superación, el sacrificio y la renuncia a la infancia —la esencia del deporte al más alto nivel— a una simple anécdota, imponen la mediocridad en un acto al alcance de un puñado. Resulta que a ese Olimpo de laureles acceden hombres y mujeres, y algunos periodistas todavía no se han enterado.
