El cielo nunca pudo asesinarme
Tampoco es que quisiera, aunque yo quise
O quiera
Poco importa el azul del verbo
Mataron al poeta bajo un cielo español
sangre de crustáceo
Por cantarle al edificio Chrysler (pronunciado crihle)
con las notas de la calle Sierpes
Al horizonte de jazmín de su Granada
con la cuchara del Harlem que se oxida
Curioso misterio el que une a un hombre muerto,
a un poeta vivo aquel 8 de agosto de 1936,
a un artista resucitado en la cruz de cada día
y a los lectores de metáforas, garra y miel y lágrima
Sin olvidar los claveles de mi boca
Hubo un poeta en Nueva York
Y una Nueva York en un poeta
De su cielo para abajo
todo es vida
De la tierra para arriba
Su memoria, que es la nuestra
