Existen muchos, tantos como santos. Los de la noche de ayer incluyen coágulos secos, heridas de cuchillo y un amplio espectro que viene a compensarse con los dulces, mejor buñuelos. La mayor parte de estos disfraces son lúgubres, otros dan risa, pero ninguno consigue generar el terror de la oficina o esas cenas familiares en las que el centro nunca aguanta. En cuanto a las calabazas, pues a todos nos suenan de algo. Y hay una bruja en nosotros, todo el año, que grita hocus pocus sin escoba, incomprendida vieja que escapa de la quema y mira a los niños del trato con desconfianza. Quizás por eso muchos se maquillan, para mostrar cómo se sienten que es, al fin y al cabo, lo que son. Al menos una noche, lo que dura ser joven. Luego se pondrán la(s) máscara(s) de adultos.
Porque las horas de oscuridad germinan con la luz. Y uno que se ha disfrazado demasiado, incluso por dinero, mira con cierta desconfianza estos desfiles. Al final sólo interesan cuando las calaveras parecen flores a lo lejos y los muertos mariposas desde cerca, baile de extremos unidos por obra de la magia o brujería, que es lo mismo porque las dos ilusionan y confirman que los milagros existen. Al final se trata de encontrar una razón para el disfrute, dejar de buscar monstruos bajo la cama o en los armarios. Están por todas partes.
Y es que nos merecemos un buen susto que permita saber que el cuerpo sigue pegado a nuestros huesos. En cuanto al alma, depende del día, de los vivos y los que ocupan la memoria. Mejor creer que un mundo distinto es posible, castillo habitado por criaturas diabólicas, bebedores de sangre y zonas prohibidas. Curioso; al despertar en el pasadizo del lunes desearía volver a las tinieblas y la lluvia. En ellas late la posibilidad de ser alguien de cuento antes de que el mundo nazca de nuevo, en la mañana, en la telaraña de las noches de otra era.

Me gusta esa idea de que merecemos un susto para dar un poco de valía a nuestra existencia. De la misma forma que viene bien estos días para recordar a los muertos, no sólo por alimentar su escucha y su vigencia como mencionabas en otro relato, sino que también por darle peso a esto de estar vivos. Un placer leerte, compañero. Un fuerte abrazo. Adelante!
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Un placer leerte (bis). Seguimos, aunque sea domingo de bajón.
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