Le dije que no me gustaba la Virgen

Algunos vivimos atrapados fuera del mundo. De otra forma no se entiende que miles se congreguen alrededor de una Virgen mientras otros desean prenderle fuego. Nada que ver con la fe, sino con la imposición de las costumbres. Emoción contra vértigo; misterio contra tinieblas; aire de incienso en la religión del espectáculo. Al menos este tiempo trae torrijas y un conjunto vacío. Los teléfonos dejaron de sonar. Las procesiones más bonitas son las que terminan en la playa. Y sí, es posible encontrar a Dios en una orilla, agua bendita con sabor a océano.

Para celebrar la muerte me fui a comer un bocadillo con Carlos y Miguel. Éramos los únicos con pasiones terrenales, esas que vienen con grasa entre los dedos y cerveza. Nos sentamos delante de un coche de la Policía. Abrimos nuestras latas entre el silencio de los pasos de Semana Santa. Madrid a veces se ilumina con el brillo de una vela. Un hombre flaco se nos acercó. «¿Qué, os gusta la Virgen, chavales?». Respondí que no, que prefiero un bocadillo de calamares. Se fue triste y diciendo que me respetaba. Es mutuo.

Las cosas no son lo que son. Las cosas son lo que queremos ver o hemos vivido. Así le damos forma a este ahora y al descanso, a una tradición lejana como las estrellas. Se trata de símbolos en oro, capirotes, más símbolos, patria de los barrios, rastros de cera sobre los adoquines, la suerte de los que creyendo solucionan lo difícil, que es encontrar sentido a algunas lágrimas. Terminamos de comer, nunca de beber. Carlos recogió las migas. Miguel hablaba del amor y sus efectos. Hay una procesión en tres amigos que andan por la calle. Hay un milagro cotidiano lejos de los costaleros. A los primeros me encomiendo. Siempre.

Ilustración: Rogier van der Weyden

6 comentarios en “Le dije que no me gustaba la Virgen

  1. «Algunos vivimos atrapados fuera del mundo. De otra forma no se entiende que miles se congreguen alrededor de una Virgen mientras otros desean prenderle fuego».

    Ese «no se entiende» es un recurso expresivo muy habitual en la España cuñada-iletrada actual, porque no es que no se entienda sino que no hay interés en entender. Pero el españolito-cuñado actual prefiere siempre utilizar esa expresión impersonal en vez de la más auténtica, que sería «no entiendo», porque nadie quiere reconocer que no sabe o no entiende. Siempre veremos al típico cuñado-español opinar alegremente de lo que no sabe con el codo apoyado en la barra del bar mientras dice al amigo: «sujétame el cubata que te lo explico».

    «Siempre hubo analfabetos pero hasta ahora nunca habían salido de las universidades» (Mª Elvira Roca Barea)

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      1. Tanto es así que tú mismo, como buen progre, has aprovechado la Semana Santa para dar rienda suelta a tus opiniones sobre algo de lo que no tienes ni remota idea: la religión cristiana y sus tradiciones. Título del artículo: «Le dije que no me gustaba la Virgen». Nadie puede decir que no le gusta Mozart si antes no ha escuchado una sola nota de sus obras musicales.

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      2. No se puede llamar de otra forma a quien va a un Todo a Cien a comprar el paquete ideológico completo de la Izmierda. Y también considero muy ilustrativo que centres siempre toda tu atención en una sola palabra para poder desviarla de las ideas que son realmente relevantes en mis comentarios.

        «Las grandes mentes discuten sobre ideas; las mentes mediocres discuten sobre eventos; las mentes pequeñas discuten sobre las personas» (Eleanor Roosevelt)

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