Como siempre el humor viene en nuestra ayuda, fleta un avión lleno de tíos y nos pone delante de un espejo. La imagen que proyecta duele, hace añicos todos los valores de un Occidente supuestamente cívico, demócrata, ejemplo de convivencia para el resto del mundo a oscuras. La realidad supera a esta ficción de muchos consolidada por los medios y rentabilizada por jeques, deportistas y señores de la guerra. Así, Qatar, principal apoyo del gobierno talibán, despliega su particular burka por los campos de fútbol europeos ante la mirada incómoda de presidentes en traje y sandalias. El cinismo reina a sus anchas, en Afganistán y Francia, en Kabul y Navalacruz. Y la cosa no deja de empeorar ante la avalancha de manifestaciones en favor de esas mujeres entre la sharia y la navaja, como si colgar fotos o proclamas fuera a acelerar su desalojo.
Sí, quedarse de brazos cruzados parece la peor opción en estos casos, aunque manifestarse un día en redes tenga el mismo efecto. La conciencia se despierta cada día, en la paz y en la guerra, y eso a Europa le interesa más bien poco. De ahí el fútbol convertido en dogma, el yate de C. Tangana como ejemplo de empoderamiento y la falsedad más descarada. Será porque los líderes de los países libres también esconden su verdadera cara bajo una máscara que les cubre hasta los pies. ¡Vayamos todos a comprar la nueva camiseta de Messi para curar las penas!
Cierto, es peor de lo que pensábamos. Sobre todo cuando nos paramos a pensar, justo lo contrario de la fe y la creencia. Esperaremos al fin de las vacaciones para que las cosas se calmen y volvamos a la rueda de lunes a viernes. Algo estamos haciendo mal. Debe de ser el calor y la falta de hidratación. Acojona darse cuenta de que «en tiempos de hipocresía cualquier acto de sinceridad se viste de cinismo». Chico, ponme otra.
