A veces uno tiene que rendirse a la evidencia. Resulta que, a día de hoy, en España se hace mucha mala música popular, buena música absolutamente irrelevante para la inmensa mayoría y sólo un pequeño porcentaje, pequeñito pequeñito, combina la alta y la baja costura de la peineta de una plañidera. En esa encrucijada improbable que es ver a Bárbara Lennie comiéndose el tocino de un cocido madrileño se encuentra Antón Álvarez Alfaro, Pucho para los amigos, C.Tangana para sus críticos y húmedos seguidores, el único capaz junto a Rosalía de monetizar notas encumbrando un personaje de ficción. Y es que por mucho que nos cueste entenderlo la única manera de «conseguirlo» a lo grande pasa por diseñar el personaje antes que las canciones, precisamente porque es muy probable que los buenos estribillos lleguen en el intento. Resumiendo: «Hacer dinero es un arte y los buenos negocios son el mejor arte». Pues hay un tío de Carabanchel que aplica al pie del cañón las profecías del Warhol ese.
Así y en cada fotografía, en cada plano recurso de cada uno de sus vídeos y apariciones televisivas hay referencias a todo tipo de ámbitos artísticos, desde la arquitectura brutalista de Javier Carvajal Ferrer al bigote de Aznar antes de ser imbécil, a la ropa interior de Los Sopranos colgada al sol, las cadenillas y los camareros del Lhardy... por supuesto, todo debidamente aderezado con la españolidad LGTBI del Niño de Elche, el ritmo playero de Toquihno o la producción crema de un Alizzz convertido en el Midas de lo que no se ve, pero se siente y hace pum.
Sirva por tanto este artículo para expresar mi más absoluto respeto por las canciones de un extrapero adicto al Auto-Tune, de un bailarín de cintura cementosa, de un boxeador con párpados de Sócrates que ha salido indemne en su intento de rimar «en tu forma de hablar» y «en tu culo al pasar»… y también algo más rico. Sé que estas cosas no le gustarán nada a algunos catedráticos del dogma, otros pensarán que se trata de un producto cárnico con ínfulas de comida gourmet, pero para no saber hacer nada este chico lo hace mejor que nadie. Lo reconozco, soy Tanganista. Lennienista ya lo era desde que nací.
