Sirva esta portada como muestra. En realidad, muchos ven lo que sólo se intuye y, sin embargo, permanece en suspenso. De ahí la importancia de compartir el instante previo al roce de unos labios, acción que ni siquiera puede considerarse completa, aunque incluya su inercia, presión y humedades. Así somos, tendentes a la crítica y la bilis frente al contacto de las bocas de dos chicos. ¿Sería diferente en el caso de dos chicas? ¿Y si fueran un chico y una chica o cualquiera de las construcciones sociales asociadas al género? El odio también se esparce alrededor de El País, periódico sometido a los vaivenes del poder que busca la provocación a través de (redoble de tambores) ¿un beso?
Porque tal y como van las cosas si hay algo que debería hacerse a vista de todos, en la calle, en los parques y las gasolineras, es besarse. Pero lento y rico, con lengua y un poco de aire, y aún más sabiendo lo que les ofende a algunos. La lucha contra la homofobia y esa confusión entre la normalidad y lo común debe librarse con la firmeza propia de los morreos bien dados, un símbolo de amor que une a los protagonistas y separa a los observadores. Por eso lo hacemos con los ojos cerrados, para olvidar que en pleno 2021 es la mejor manera de protegerse de la vulnerabilidad y la ceguera.
