Quizás es la pitopausia, que la velocidad de la vida me pasa por encima y me quedo mirándola con cara de idiota o simplemente soy idiota y no entiendo nada y mis ojos se llenan del polvo que dejan las ruedas de un bólido que ruge a toda hostia al ritmo de «a tu lado me siento seguro» y me encojo de hombros. Sí, eso es, me encojo de hombros. Repito.
Ahora que, para desgracia de todos aquellos que apreciamos la belleza en cualquiera de sus formas —véase las de Emily Ratajkowski, las películas de Willy Wilder, un dedo levantado de un Nick Cave pregonando unas letras escritas a medias entre Robert Johnson, un payaso y el mismísimo Satanás—, esas marionetas han aceptado reunirse 15 años después porque en España nos encanta celebrar y recaudar a expensas de los propios participantes. ¿Por qué tenían que volver? ¿Por qué un programa de televisión dedicado a la música tiene que martirizarnos y repetir fórmula, muñecos y melodías?
Mirad qué caras, por favor.
¿Era necesario ver los efectos de la cirugía plástica en la pobre Rosa, el enésimo corte de pelo de Bisbal, la necesidad de atención de un tal Juan Camus, la exquisita vulgaridad de Chenoa, etc, etc, etc, otros que no me acuerdo y tenían menos pelo que ahora, etc, etc, etc? ¿En todos estos años no nos hemos dado cuenta de que en un programa, supuestamente dedicado a la música, no hay música?
Y el problema es que da igual que no veas/mires la tele. Están por todos lados. Se cuelan en la pantalla de tu ordenador, en un anuncio de Youtube, en las portadas de las revistas amontonadas en la peluquería, en las conversaciones de los que no hablan de ideas o hechos, sino de las vidas de los otros. Están por todas partes.
Pero lo peor es que dentro de otros 15 años repetirán la jugada. Recuperarán un formato obsoleto lleno de señores y señoras que no han hecho nada por la música (más allá de vender millones y publicar canciones feas) y nosotros aplaudiremos porque parece ser que no tenemos memoria, que si la tenemos la confundimos con la nostalgia y que si hay algo que se nos da bien a todos es aceptar que lo que le gusta a la mayoría se debe convertir en norma. Pues no. A tomar por culo Bustamente, su tupé, la otra rubia que canta en Disney y el Carrasco ese que estará en un cortijo tomando vino y riéndose de idiotas como yo.
POR UN MUNDO SIN ESTA MÚSICA. POR UN MUNDO SIN OT. VIVA EL FRACASO.