Al principio no lo entendía. Mi cabeza se despegaba de mis hombros, rebotaba en el techo, dejaba una marca se sangre en el gotelé con la forma de la cara de Sara Carbonero, y volvía otra vez a situarse entre mis dos orejas. Pero ahora sí, y es ella.
Porque ella es la gran dominadora de ese lugar que transcurre nuestros sueños (muchos de ellos inalcanzables), una realidad cada vez más fragmentada en selfies, hashtags patrocinados, frases tipo «comiéndote a besos», «+ amor en el mundo», «tengo el culo plano y últimamente parezco Beyoncé» y desayunos a base de sandía a juego con el bikini. La reina madre, hija y Espíritu Santo de las blogueras.
Su nombre es Aida pero en realidad ya no. Mejor Dulceida, o dulceida.TV, o dulceida.com, o dulceida.shop, o… (corran a registrar todo lo que se les ocurra con el nombre de esta chica: vale millones). Porque ella es una chica normal, pero también un sueño, y mi odio primigenio por creer que era una imbécil más entre tanta bloguera se transformó en calma, después en el movimiento de una boca roja que esconde unos dientes ligeramente desplazados hacia delante y, por último, en admiración por haber conseguido algo al alcance de los elegidos: ha creado un mundo que es bonito.
En él hay millones de seguidores (no se les llama personas), sus nombres vienen precedidos de símbolos @, y no se quieren porque el amor se basa en likes que impiden que nos sintamos solos. Cuando se levanta por las mañanas en la suite 603 de Londres, sus labios brillan como amaneceres, y su día a día transcurre entre vestidos y servilletas de Elie Saab. A excepción de sus padres, todos los que le rodean no superan los 25 años, no huelen ni cuando no se duchan, se ponen camisetas de Korn creyendo que es una marca de palomitas, chupan piruletas con forma de corazón en Bricklane y se enamoran de las personas, no de los sexos. En ese mundo el tiempo pasa deprisa y, sin embargo, se detiene en las agujas de un reloj Cluse (espacio patrocinado) y cuando llega la hora de dormir, su cara resplandece. No hay cansancio, no hay noche porque todo es luz, cuerpos bronceados, espuma, pasta con ragú y vino, no hay bañeras sólo piscinas que se confunden con el paisaje y sobre todo una enorme humanidad porque, a pesar de no conocerla, es buena tipa y eso se ve. ¿Quién si no se tatuaría Happiness, un corazón, the dreamers, una araña, to infinite and beyond?
En ese mundo, las reinas no envían a los condenados a la horca, ni requisan el excedente de las cosechas de los más pobres, no. En ese mundo de Tarzán y Jane (ella sabe a qué me refiero), ser joven y triunfar es una norma que se hace extensiva a cada uno de nosotros (aunque seamos viejos) y, como su nombre indica, ella siempre regresa entre los suyos que admiran su luz de cometa de neón y marcas caras, una chica de Badalona que ha vivido en apenas tres años el equivalente a todas las vidas de los hermanos de mi madre, que son diez, una mujer que me hace soñar y volver a tener el pelo de Brad Pitt.
We (corazón) Aida… y tienes un nuevo like. Gracias, de verdad.