Olvidaos de los Bugatti Veyron con asientos de cuero rosa, de las mansiones manufacturadas como copias de una copia de otra copia «Made in Joaquín Torres«, de los monosílabos tipo sí o no a modo de respuesta ante los «¿ Qué tal estás?» de un periodista idiota, de las carreritas por la mañana bajo la nieve, de los partidos contra el archi-enemigo sin gato en el regazo pero con banderas azulgranas, de  esos estos no son deportistas sino un ejemplo para la juventud ( Florentino Pérez dixit), de los millones que generan por vestirse con calzones numerados. OLvidaOS porque en realidad esto es un EQUIPO DE FÚTBOL AL DESNUDO.

En el vestuario de un equipo de fútbol al desnudo hay de todo. Puños, pectorales del tamaño de un melocotón variedad Marujas (Murcia), tobillos embalsamados en hielo, toallas más cortas de lo normal, chavales ídem, camillas azules con chavales que levantan el puño o el pulgar hacia arriba o «ladeao», papeles ( suponemos que del equipo contrario), marcas de zapatillas y aerolíneas, tatuajes de chunga, un sevillano, cuatro barbas y mucho aftershave del caro, unos cascos para escuchar música a la altura del cuello, una homosexualidad sin el punto sórdido del Strong y como siempre, una estrella. La misma que acapara todas las miradas porque es diferente, tiene el pelo de mejor calidad y la rara capacidad de romper cuellos a su paso porque ella es especial.

Aquí la vemos aislada, tumbada y espatarrada, mirando al fotógrafo de manera tan intensa que me hace soñar, viajar hacia otras latitudes, lejos de ese lugar de celebración hasta llevarme al vestuario de los otros, que deben de estar cagándose en la puta madre de Ramos por empatarles, y después me hace volar por encima del estadio con forma de vagina, de la ciudad que lo alberga, de Cataluña, de Madrid y por último y como final de parada, de la habitación del hijo de la estrella que mira la portada del Marca de hoy.

-Papá, te quiero mucho pero……………………….¡ eres gilipollas!