Están por todas partes y eso es, sin duda, motivo de alegría para el mundo. Bueno, quizás exagere, pero es que una vale por cien multiplicada por otras cien, anulando la existencia de ochenta Trumps y dos o tres Ronaldos flacos. Son ellas: las mujeres que sonríen por la calle. Yo las observo desde la perspectiva del stalker, acurrucado encima de la bici. Mientras, ellas ignoran todo a su alrededor, sombra incluida. Da igual si llueve del copón o algún taxista se caga en la puta madre de una de esas ejecutivas en Smarts que hablan por el móvil. Van y vienen a lo suyo, con sus ojos en las puntas de sus pies e incluso, si forzamos un poco, concentradas en el último poro de la punta de la nariz con boca rompiendo su cara de derecha a izquierda, de izquierda a derecha.

Deben de ser felices o mienten muy bien. Será que han recibido el aumento que llevaban esperando, que por fin van a poder construir ese rascacielos en mitad de la ciudad (todas ellas parecen tener trabajos muy creativos) y que en cuestión de horas, cuando hayan acabado de recorrer los dos kilómetros que les separan de casa, podrán poner los pies en alto. Yo me detengo. A veces me doy media vuelta y circulo en dirección contraria para seguir admirando ese fenómeno que parece no tener fin: siguen sonriendo.

En ese momento, con la pinta de idiota que me otorga mi chubasquero amarillo y la lluvia rompiendo los charcos, llego a la conclusión de que sonreír es un gesto que cada vez nos cuesta más. Y lo entiendo. El puto cambio climático, animales humanizados por humanos menos fieramente humanos, políticos (=)amebas, Maluma no vende droga (que es para lo que vale), el fútbol como Dios, Cristiano es la virgen (¿analmente?), se acercan las Navidades. Con este panorama se te quitan las ganas de mostrar los dientes y recibir un chute de endorfinas. Sin embargo, ellas lo consiguen sin razón aparente, lo que me lleva a concluir que son las mujeres que sonríen las culpables de que el mundo gire. El día que desaparezcan, la tristeza mala, esa que genera un muro de insensibilidad ante el milagro de vivir, habrá ganado. Sonrían como las mujeres que sonríen; equivale a  llorar sin derramarse.