¿Es también el terror un oligopolio masculino?

Artículo de El  País del año 77. Título: «Aumenta el número de mujeres terroristas en todo el mundo». Protagonistas, las criminales más importantes de la historia según el periódico: UIrike Meinhof, Susanne Albrecht, Patty Hearst, Leila Chalid, Maire Drumm, Ingrid Schubet, Irene Goergens, Gudrum Ensslin, Angélica Spertel, Sigrid Sternebeck, Silke Mair, Ingerborg Barz. Algunas  de ellas pertenecieron a la fracción del Ejército Rojo, organización terrorista de la República Federal Alemana y responsable de 34 asesinatos. Estaban hartas de comer caviar y estudiar en universidades de pago.

Seguimos. Ayat Akras, terrorista suicida palestina de 18 años. Se colocó una bomba por dentro de las bragas y se fue de paseo a un supermercado de Jerusalén. Dejó un mensaje de voz antes de apretar el detonador frente a la cajera: «Voy a luchar de verdad, no como los perezosos ejércitos árabes que se dedican a mirar el culo a las chicas palestinas.

Otra bastante encantadora: Samira Ahmed Jassim. Esta señora, «madre de los creyentes», peinaba los barrios de Irak para localizar a mujeres resentidas y afectadas por la guerra a las que ordenaba violar para después someterlas a una manipulación psicológica para resolver su conflicto moral: inmólate para lavar tus vergüenzas, puta.

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Un ejemplo local: María Dolores González Kataraín, la Yoyes. Prestó su exceso de inteligencia a la hoy congelada ETA que decidió quitársela de en medio con varios tiros en la cabeza y uno en el torso la tarde que paseaba con su hijo de tres años.

Resulta que la cobertura mediática de un atentado perpetrado por una mujer es ocho veces mayor que la de un hombre, que levantan menos sospechas, que pueden ocultar más fácilmente armas vistiendo ropas holgadas, que su situación en algunos países les empuja al terror como única escapatoria vital, que son más letales y leales y sin embargo, resulta más difícil encontrar mujeres que violen, que roben con violencia e intimidación, que generen en nosotros la idea del mal porque hasta el verdadero rostro del horror es un puto oligopolio masculino.

El vestido de Cristina Pedroche era un atentado contra el buen gusto, pero las heridas abiertas  entre géneros son de una importancia tan vital para nuestras vidas (aunque creamos que estos conflictos entre feminazis y los de forocoches solamente representan el fútbol del siglo XXI) que merece la pena que sigamos luchando por la jodida igualdad del ser humano, incluso a la hora de matar.

Pero, ahora en serio, Cristina, ¿estaba Al-Qaeda detrás de tu elección?

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