Hay en la televisión un programa que huele a talco. La música de fondo casi te produce pucheros, te emociona con voces de cantantes con pronunciaciones ligeramente afrancesadas pero en inglés y fotos del pasado que aparecen sobre impresionadas en cubos rubick colgados en lugares insospechados. Una rama, una cometa, un cielo azul. El ambiente se jode cuando el invitado se ríe: jeuejeujeue. Inspira y traga saliva para responder las preguntas de un presentador que ya desde el principio intenta no doblar demasiado el cuello para no sorberle el nabo al entrevistado. Puf, puf, escupe un pelo púbico atravesado en la garganta. Los pájaros cantan y el jardín en el que se desarrolla la entrevista parece un decorado 3D, generado por algún becario para que esa sea la aspiración de muchos españoles de a pie porque ahí, en ese «plateau» casa, huele a dinero.
El entrevistador no para de sonreír y le pide permiso para tutear a tan excelso personaje que carece de labio superior y tiene un pelazo de gineta. Eso sí, es bajito y los bajitos son vengativos aunque tengan «abdominables».
—Yo no leo el periódico… — decían sus amigos de la infancia.
El reloj que lleva en la muñeca parece que le pesa mucho. Y la alianza matrimonial también. ¿Guardará Ana Botella los bocadillos de sus hijos en los agujeros que le dejó un acné mal curado y camuflado bajo un maquillaje del caro?
—En el año 99…
Ambos entrelazan los dedos de las manos, como protegiéndose y manteniendo el equilibrio ante una posible pregunta incómoda que jamás será pronunciada por Bertín «Se la chupo a todos» Osborne.
Yo creo que Jose María Aznar, que sabéis que es el entrevistado, tiene piorrea (espero que por decir esto no me lleven a juicio por enaltecimiento del terrorismo. Que os jodan). Es un afortunado. La vida le ha tratado bien. Claro, por eso se la suda esa parte de la población que rima con escoria. Upps, versión acústica de «I just called to say I love you». Qué horror. La audiencia desciende porque tienen que ir al baño a cagar o hacer algo con las manos y el miembro o la vagina. O ninguna de las dos.
La palabra España. ¡Cómo resuena en esa boquita de piñón! Porque estos dos señores tan respetables aman España y ambos quieren ver este país en lo más alto, sin sus muertos enterrados en cunetas y con un toro de huevo gordo que sangra en la plaza del pueblo.
—Jipilón—dice Bertín.
— Yo era un gamberro porque llevaba el pelo largo— responde Jose María al que le cambia la vida porque conoce a Ana.
Y a mí ya me cae bien. Espera tú, ¡que sale el hijo!
Asco: denominación de la emoción de fuerte desagrado y disgusto hacia sustancias y objetos como la orina, como determinados alimentos, excrementos, materiales orgánicos pútridos o sus olores, que nos produce la necesidad de expulsar violentamente el contenido del estómago a través de la boca.
Así es este país que ambos veneran y que sufre mientras otros callan. Buena piñata. Malas preguntas (al parecer no lleva guión) y claro, si los periodistas son como este y los que tienen el título se llaman Cristina, pues a tomar por culo.
No sé. Yo no quiero estos programas, ni casas de dos millones de euros ni jerseys de cuello alto ni porterías. Yo quiero libertad, ser capaces decir que muchas cosas no nos gustan, que nos sentimos como Ortega Lara en el año 17 del siglo XXI y que a nadie le importa.
Bertín, no saques discos, no presentes programas, no comercialices aceite. Jose María, regresa al anonimato, no impartas más conferencias, no pronuncies la palabra España. Eres un tío cojonudo, ¡ y además zurdo! Follad. Directamente desnudaros y follad delante de nosotros. Votaos. Será más fácil de digerir. Asco.