Un furgoneta es un cuarto oscuro

Girar tiene varias acepciones. Están los derviches, las pelotas de tenis y los pies de Michael Jackson, pero una, esa que te lleva por diferentes ciudades mostrando lo que sabes hacer encima de un escenario y que se materializa desplazándonos en una furgoneta de las de culo laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaargo, es el objeto de estas líneas.

Ya hemos establecido el contexto. Ahora el vehículo se para frente a una estación de tren y, mientras esperamos a que el técnico de luces encuentre la localización enviada previamente por Google Maps, aprovechamos para verificar que el interior de la misma está en orden. Abrimos las puertas de par en par, la oscuridad deja paso al sol y observamos con detenimiento que los estuches de vuelo («fly cases»para los que se chanan de saber inglés) siguen ahí. Las luces de los León Benavente, el grupo más en forma de este país, también: nueves árboles de leds con la forma de los ojos los tentáculos del «Day of Tentacle» y ordenadas por números no se han movido un centímetro.

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Entramos. El viento sopla ahí fuera y pone en movimiento involuntario los rótulos de Adif, que resuenan dentro del habitáculo como una veleta con la forma de un gallo. El espacio es lo suficientemente grande como para que alguien de mi altura (y bajeza moral) pueda pasearse o incluso correr en círculos. Todo en orden. Otro ruido. Esta vez de puerta que se cierra. Resuena en mis oídos y el sentido arácnido nos pone en alerta: algo no va bien. Un cuchillo afeitando una cebolla. Intentamos que no suceda. La intensidad de la luz del sol disminuye a medida que se estrecha en su reflexión. Clack. Así es: estamos dentro. Somos los fly cases, las luces, que esta vez no iluminan una mierda porque no están conectadas, y yo. Las llaves de la furgoneta y mi móvil están (como siempre en estos casos) sobre el asiento del conductor.

El agua moja, el cielo es azul, las mujeres tienen secretos y el maletero de una furgoneta es un cuarto oscuro. A veces, solo a veces, las cosas son todo aquello que queremos que no sean.

 

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