El futuro de la música está en ¿Eurovisión?

La contradicción no está en el gallo de un pobre diablo de pecho terso y de porte de vendedor del Pull & Bear. Qué va. El chaval no es más que una marioneta más de las que han sucumbido ante la hipnosis de la fama rápida, inodora (por lo del W.C.) e insípida de una industria que se olvida de que, por encima de managers mafiosos, despachos con mesas ovaladas repletas de idiotas que creen que dinero y arte forman parejas sólidas como el chocolate y las avellanas, esto de va de contar historias, de emocionarnos, de querer escuchar la canción más triste del mundo porque a veces llorar nos pone contentos y por qué no, porque la música nos vale para evitar salir ahí fuera y disparar en la cabeza a muchos que no se lo merecen pero uno, que tiene sus demonios dentro, pues a veces lo haría.

No. La contradicción se encuentra en que nos hemos olvidado de que este espectáculo hortera, una especie de carroza de purpurina «Made in 2017» de la que tiran pequeños poneys con crines arcoiris y ningún interés por la música aunque se empeñe en pasar por un concurso musical (en realidad surgió como una manera de acercar a los países europeos en la década de los 50), ha sido el escenario de grandes interpretes y grandes canciones: «Pouppé de Cire» interpretada por France Gall y escrita por el inmenso Serge Gainsbourg, el «Eres tú» de Mocedades o el «Waterloo» de ABBA y poco a poco, con la ayuda de Federico Llano (un directivo casposo de televisión que seguro que sabe mucho de música), Hans Pannecoucke (capo de la imagen y la realización y responsable de la imagen almibarada de grupos como Coldplay, este fue una vez una gran grupo, o Ellie Goulding) y así hasta 41 participantes (dejamos a Portugal fuera porque se atrevieron a presentar a un «jipi» con traje dos tallas más grande y voz a lo Chet Baker modo latino) se ha ido olvidando de eso que resuena como un hilo musical apenas audible por encima de los gritos y los gorritos de los asistentes a tan aglutinador evento.

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Así es como, tras aceptar lo que siempre fue evidente pero que tendemos a olvidar, que las cosas hechas con honestidad y amor siempre prevalecen por encima del músculo y el presupuesto, el próximo año asistiremos a la mejor edición de la historia de Eurovisión:

-Por España, Silvia Perez Cruz.

-Por Portugal, Mariza.

-Por el Reino Unido, Tom Jones.

Y así hasta conseguir reparar el daño causado por casi setenta años de música de mierda.

P.D: Manuel Navarro, que el gallo te haya dado más fuerza para proseguir con tu carrera no es relevante. Les pasa hasta a los mejores cantantes, pero de verdad, no hace falta.

 

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