La insoportable levedad de la superación

Existen ciertas cosas que nos hacen sentir raros, como si el estómago fuera en realidad una pesada palangana de aceite reutilizado y queremos mirar hacia otro lado con la única esperanza de no tener que soportar el veneno que entra en nosotros que es grima, disgusto, pena, dentera o repelús. Esas frases:

En el gimnasio.«Lo único imposible es aquello que no intentas» (miradita en el espejo, la máquina más utilizada)

En la caja del Carrefour.«Nunca te olvides de sonreír porque el día que no sonríes es un día perdido»

En el McDonalds.«Love beats Heatin» (¿qué coño quiere decir eso cuando te vas a comer algo de origen desconocido?)

En Sephora. «Rexona no te abandona»

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Foto completamente aleatoria.

La cuestión se complica aún más cuando de las frases pasamos a los hechos y estos últimos vienen representados por personas de carne y hueso:

Joe Burguer Challenge: un tipo con mucha barba y músculos densos y relativamente cortos que se dedica a superarse a si mismo con retos culinarios en los que ingiere kilos de comida que no saborea en el menor tiempo posible. Luego se come tres bolas de helado de yogur para pasar el mal trago a base de 15 hamburguesas, 12 perritos, 2 docenas de morcillas y secreto ibérico bañado en salsa barbacoa. Y no está gordo el tío…

Mariano Rajoy: sus ojos sin vida y la incipiente alopecia que le conquista la coronilla no le impiden demostrar cada día que es menos de aquí y más de allí, como si fuera desapareciendo detrás de presidentes de tribunal que consideran improcedente todo lo que en realidad importa. Quién pudiera tener el don de la invisibilidad ante la ley.

Josef Ajram: un tío que está buenísimo, un cuadro de pintura subcutánea, que además es el más listo, el más rápido, el más resistente y nos lo restriega a cada momento. Experto en libros de superación y motivación, por supuesto.

La lista es interminable y al mismo tiempo claramente compensada por personas que son un ejemplo de lo que importa (Naomi Klein, Nick Cave, Daniel Day Lewis…) pero que tienen la mala costumbre de recordarnos que, desprovisto de eslóganes de mierda, el acto de sobrevivir es en sí la mayor de las superaciones.

 

 

 

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