Conecta con los nuevos tiempos: publica todo y a toda hostia

Ahora que te devalúas al salir por la puerta del concesionario en tu Audio A6 recién comprado, que hay varios señores de largas piernas preparados para recorrer 100 metros en menos de 9,5 segundos (la Kawasaki ZZR1400 ABS lo hace en 4,8 segundos), que cuando crees que te adelantaste a todos con tu nueva idea genial y que te hará asquerosamente rico descubres (ahí las Redes Sociales son realmente útiles y descorazonadoras) que un chaval con acné, nacido en Oxford (Missisipi) y alimentado por su madre a base de perritos calientes y CocaColas, lo patentó en el 2007 (la prehistoria) y que la nueva tendencia (según un tal Pelayo) es coserse jerseys a las chaquetas para tapar el culo y compartir ropa con otros que tienen frío, ahora mismo, right now, adesso, maintenant, publícalo porque de lo contrario no es que no exista no,  sino que, y esto es todavía más dramático, no existirás.

Un desayuno con zumo de naranja, tostadas con mantequilla y café: publícalo.

Que te haces pis y entras en un baño de pago y sales sin lavarte las manos: publícalo.

Que te vas de vacaciones al Orinal Sound: tres fotos a las 12, las 12 y media y a las 13 horas. Lo de menos es la música.

Que se muere un familiar tuyo: tú publica una foto del velatorio y súbelo. A poder ser con flores.

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Que eres un policía que trabaja en tráfico y que te encargan la dura tarea de recopilar pruebas de un terrible accidente en el que una niña se fundió con los hierros del Porsche robado a su padre y estampado contra un pilar de acero de la 108: publícalo.

Que te llevan al hospital porque filmabas tu paseo en bici para subirlo a tu canal y de repente…

Date prisa. No respires. Publica y publica, deja rastro de todo lo que haces, de todo lo que eres para que el día en que desaparezcas (ese mismo día y no al siguiente), sea muy fácil elaborar una biografía de tu vida, aglutinar todos estos años respirando en momentos especiales convertidos en un animal digital encerrado en el zoo de la fibra óptica, algo banal, claustrofóbico, tan parecido al resto, veloz como la vida misma. Stop.

 

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