La revolución será en streaming, a la hora que a ti te apetezca y muy probablemente después de la siesta.
La revolución tendrá lugar en horario de mínima audiencia, entre el anuncio del chaleco electroestimulador y el nuevo Mac portátil con alfombrilla de regalo. En ese intervalo te dará tiempo a hacerte un sandwich de pavo, abrir una cerveza, compartir dos o tres fotografías en redes, ir al baño, enviar un mensaje a esa persona de la que nunca te acuerdas y regresar justo a tiempo para escucharlo: porque así es, la revolución será por capítulos y tendrá la voz de Ramón Langa y la forma de un Podcast, la boca dentro de la boca de Saéz de Santamaría en ayunas y las tripas de un misil, la velocidad de las piernas de Usain Bolt y la piel de una patinadora sobre hielo que acaba de clavarse un triple axel.
La revolución será para todos los públicos: para los más pequeños, los veganos, los animalistas, los animales, los otros, los consumidores de batidos de apio con jengibre, el dueño de Mc Donalds, los taurinos, el que frota la sangre en el albero, el que recibe la primera piedra en toda la frente, para los que no respiran y a los que les sigue creciendo el pelo, para Puigdemont en un coche, en la cárcel, en las alturas, en su casa, en una casa enorme de alquiler en Bélgica, en la peluquería.
La revolución te la enviarán por Amazon, en un paquete bien envuelto en papel de burbujas, dentro de una caja de cartón reciclable, sellada, asegurada, transportada por el cielo entre las patas biónicas de un dron de última generación.
La revolución no tendrá el aspecto de un guerrillero que fuma puros, de pelo largo y pelo en el pecho, no tendrá las botas cubiertas de barro ni asustará a los más pequeños o a los mayores que cruzan la calle en cuatro intentos. La pediremos con hielo y los biceps del tamaño de una manzana Golden y el mentón de Elon Musk y sin embargo no crecerá en un invernadero, ni en la Antártida ni aspirará a construir una colonia en Marte, no: su territorio es la tierra.
La revolución será en streaming, una hora menos en Canarias, cuatro menos en Bucaramanga y la misma pero con dobles dígitos en el desierto de Atacama.
Ahora respira, no te preocupes: la revolución está dormida, semihundida como el perro de Goya, pero resucitará al tercer día y será exactamente tal y como no te esperabas que fuera. ¿Sabes por qué? Porque las revoluciones no se hacen, simplemente llegan, ven, barren y vencen.