¿Por qué decimos palabrotas mientras follamos?

Caricias, besos, gritos, prolegómenos bañados en aceite de rosa mosqueta, abrazos, saliva, estrujamientos de culo, teta, hombros y cuello y por supuesto, insultos.

¿Pero como es posible que entre tanto amor desplegado en forma de pasión desbordada y varias gotas de sudor sobre las sienes se cuelen esos: ¡vamos, cabronazo!,¡así, perra!¡uf, qué puta maravilla, hijo de puta!¡Así me gusta, zorra!?

Resulta que el uso de estas palabras durante el acto, y según un estudio médico, implica la activación de dos regiones del hipotálamo: el núcleo preóptico y el núcleo supraquiasmático. El primero es el culpable de la búsqueda de pareja y el segundo regula los ciclos reproductivos. En el momento de la erección, estimulación, humidificación y un largo etcétera de fenómenos físicos y mentales que se desencadenan por culpa de ese tranvía llamado deseo, la gran mayoría tiende a ir en contra de las convenciones sexuales, desplazarse un poco más allá del «yo voy a correrme» o de un triste misionero (bastante tiene el pobre con difundir el mensaje de Dios rodeado de salvajes), con lo que aumenta el nivel de excitación y con ella el torrente con origen en  nuestras bocas.

Curiosamente, entre tanta conjunción de letras malsonantes se cuela Dios con dos exclamaciones, varios «madre mía», cuatro o cinco «dime como te gusta», un «dale más duro» y entonces, en ese momento, el sexo trasciende su forma física y se hace sujeto, verbo y predicado y por lo tanto palabra, penetrando en nuestra mente mientras nuestros cuerpos expulsan fluidos que proporcionan placer inmediato, efímero y por lo tanto humano.

En ese templo que es nuestra intimidad, uno puede ser creativo, lanzarse a pintar cuadros en blanco, construir presas, rascacielos, castillos en el aire y paisajes marítimos al atardecer como Constable, pero si vas a introducirte (el verbo aquí no es aleatorio) en el mundo del insulto se recomienda que te cortes el pelo por los lados, te dejes una cresta mohicana, escondas la pistola en el bolsillo y te mires al espejo. Si te gusta lo que sale de tu boca no te conformes, sigue practicando sin olvidar que el sexo solo es sucio cuando se hace bien y que el punto G está en los oídos, y casi nunca entre las piernas.

Palabra de dos, tres o los que se quieran unir a la fiesta.

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