Tu lugar de vacaciones te definía…hasta ahora

Acuérdate de ese vertedero lleno de barcos abandonados, ese olor a bacalao en salazón y la tubería procedente de las fábricas más cercanas que desembocaba en el interior del mar y a solo unos metros de dónde nadabas en busca de pulpos, lombrices y algún que otro pez con el estómago lleno de materia orgánica en descomposición. Objetivamente era una mierda, sí, y sin embargo era tu mierda porque fue el primer lugar de vacaciones que conociste, ese punto geográfico al te arrastraban tus padres y que te devolvía la fe en un año caracterizado por la repetición, la uniformidad y la lluvia.

Ese lugar sigue existiendo, se conserva en el congelador de tu cabeza, y sin embargo te cuesta reconocerlo. Nada de dramas. En realidad ahora es una playa estupenda repleta de conchas, con chiringuito y alquiler de piraguas, duchas y hasta un socorrista. El paso del tiempo, entendido por algunos como progreso, ha hecho un trabajo remarcable y sin embargo, en esa postal estival la gente oculta el fondo: piernas, bañadores cortísimos, niños, vendedores de obleas, sandalias, carnes sometidas a la fuerza de la gravedad, ruido…

Por fin viajar está al alcance de todos. Es posible dar la vuelta al planeta por menos de 6000 euros, atravesar las praderas de Mongolia en una moto y hacerte una foto delante de todos los Hard Rock Café de las capitales más glamorosas, sacarle un buen dinero al pisito de la familia en Benidorm, en definitiva: disfrutar de un mundo que desaparece al ritmo con el que se hace accesible a los demás.

Porque admitámoslo, ya no hay paraísos perdidos ni olas por descubrir. El mundo pertenece a la clase trabajadora, la misma que ve a los más ricos confinados en resorts y yates porque les resulta vulgar pisar el mismo suelo, refrescarse con la misma agua. El sueño es español, italiano, griego, ya no es propiedad privada de los americanos y nuestros recuerdos conviven con los de todos los demás, amontonados, unos encima de otros, buscando un pequeño espacio bajo un sol que pica, que nos funde, que nos seca, que nos recuerda que esto se hunde.

¡Qué trágico, qué magnético!

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