De la importancia de hacer chistes sobre minorías, mayorías y todo lo demás

El monólogo de Rober Bodegas ha levantado ampollas entre el colectivo gitano (y payo) que considera que ciertos aspectos de la realidad —podrían ser todos o ninguno a la vez— no deberían de ser satirizados, ridiculizados o simplemente tratados de cualquier manera porque incitan al odio y al racismo, además de elevar la temperatura del conflicto social.

Para aquellos que no lo hayan visto, bastante corrientito por otra parte, les adelanto que en él ni siquiera se cuentan chistes sobre gitanos, sino que se infieren en chistes de payos una realidad subrepticia teñida de tópicos asociados con esa etnia que, respondiendo de nuevo al tópico, ha reaccionado —al menos es lo que se ha publicado en algunos medios payos—  organizando batidas para «encontrar» al cómico en su barrio, con una denuncia en los juzgados y poniendo de nuevo en el candelero la cuestión de moda en todo el mundo tras las caricaturas de Mahoma: ¿existen cuestiones que el humor no pueda abordar? ¿No es acaso la risa la mejor forma de superar inhibiciones personales, digerir aspectos terribles de nuestra realidad y, en definitiva. la mejor arma contra el fundamentalismo social y religioso?

La cuestión es compleja y para encontrar una respuesta convincente deberíamos establecer marcos hipotéticos en los que este monólogo podría haberse producido con su consiguiente reacción:

1) El cómico en una cena en casa ejerciendo de anfitrión. Algunos asistentes se aburren y otros no. Los invitados se despiden por la fantástica velada. Ninguno tildaría a su amigo gracioso de racista… de mal cocinero, tal vez.

2) Los mismos chistes son contados por El Cigala… nadie le esperó a la puerta de casa.

3) El programa de Comedy Central nunca llega a emitirse o colgarse, y por lo tanto no llega a los puños de la plataforma Khetane, asociación gitana enfadadísma por este atentado contra el honor calé y que continúa con su actividad invisible para la sociedad paya.

4) Se prohiben los monólogos en todo el mundo porque sus 7.500 millones habitantes son susceptibles de sentirse molestos por los comentarios vertidos.

Por supuesto, el hecho de realizar chistes sobre minorías, mayorías y todo lo demás conlleva malentendidos, enfados y risas, pero establece un marco, el del humor, que sitúa el foco sobre determinados aspectos de una realidad dispar, eliminando tabúes y facilitando la interacción ente personas heterogéneas que se sienten un poco mejor al comprobar que siempre es mejor reír que lamentar, sonreír que ocultar los problemas bajo la mesa, provocar que tener miedo y encontrar respuestas a esas preguntas. En el caso de que gitanos, negros, latinos y blancos sepan leer o, simplemente arriesgarse a pensar.

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