Octubre

Los domingos de octubre se clavan en la carne. Contienen restos de estaciones cálidas y la promesa de ese frío que nació sin ganas. Quizás por eso la nostalgia invade los rincones de mi patio y también la almohada, crece dentro de uno sin pedir permiso. Ahora llueve, por dentro y hacia fuera de este simulacro, el del invierno, como si el tiempo de la luz anticipara las bufandas, los jerséis que pican, los puños deshilachados por la falta de uso. Así pasan las horas, o nosotros en ellas, también los regueros de la sangre con sabor a avellanas, a ciruela pasa. Y el color desaparece, y los colores en él, recuerdos del pulso detenido frente a un mar ocre que moja lo justo. Quizás por eso los huesos se resienten, crujen, aportan poco sabor a la sopa de cocido. Nadie nos preparó para estos días. Ni siquiera las madres conocen la receta. La tristeza fue siempre la gran incomprendida en esta historia, un cuchillo que no corta, una mañana antes del alba. Si algún día me muero elijo octubre. Que quede por escrito. Yo vivo.

Ilustración: David Galletly

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