Escapa del Black Friday

No compres nada. ¿Por qué? Porque hoy es Viernes Negro (Black Friday). Si lo haces —esto va de libertades— piensa en la superstición del crecimiento económico, siempre ligada a la cohesión social (falso), a la generación de empleo (falso), al expolio de los países más pobres (verdadero), a la aceptación de un modo de vida esclavo sostenido por gangas que no nos gustan y créditos que no necesitamos. En definitiva, si parte de tu ocio lo acapara el consumo, entonces la infelicidad marca la pauta del mundo moderno, el tuyo.

Gastar, vivir, tal vez soñar. De eso se trata, así hasta que arda un planeta con millones de consumidores agolpados en la sección de telefonía. El subidón se pasa rápido. El vacío lo ocupa el verbo decrecer que palia el nivel de desarrollo humano a costa de la destrucción de la vida desde dentro, follar en lugar de tirar de tarjeta, cuidar las amistades (son gratis y además te quieren bien), repartir el trabajo para contagiar las risas lejos del centro comercial. También vale perder, dejar las compras de Navidad para nunca, aspirar a menos siendo más nosotros. ¡Ah¡, y el tiempo a cambio de nuestras posesiones.

Menguar, disminuir algo en cantidad, intensidad o importancia. De pronto, podemos prescindir de lo global (solamente beneficia a los grandes) y recuperar el barrio, aplicar los dogmas del ecologismo radical para que otros disfruten del fin de la industria del automóvil y del mar tal y como lo vimos por primera vez. El crecimiento personal, en cambio, carece de límites, pero todo lo que nos rodea es finito. Los viernes sirven para escapar del código de barras, para recuperar el latido. Y sienta bien.

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