¿Habéis sido buenos?

Son pocos los que ante la pregunta del día podrán responder que sí… sin mentir. Y es que ser bueno cuesta, como la fama, pero en su versión humilde desprovista de likes. ¿Medio bueno? ¿El de 300 gramos relleno de chantillí? ¿Todo el año excepto en Nochevieja que salí a tope porque la vida era una peli de Haneke? Cada uno que haga examen de conciencia teniendo en cuenta que, en general, nos hemos portado peor que otros años. Sin embargo, el 5 de enero es la excusa perfecta para volver tener la edad de nuestros hijos o sobrinos y desear aquello que no se puede conseguir: el viaje a Punta Cana para dar envidia, la Nancy un día con mascarilla por menos de 15 euros, la pistola Nerf del Fortnite con balas de verdad… Tú pide que los reyes magos andan atrapados en el puerto de Navacerrada entre madrileños con la mirada de Nacho Cano.

Lo único seguro es que en esa carta repleta de imposibles destaca el regalo perfecto para el pensionista y la enfermera en prácticas, para desempleados y futbolistas, para rojos y devotos del niño Jesús: los lápices de colores y por favor, que se acabe la pandemia. Frente al dominio de juguetes y colonias, volver al pasado tiene algo de heroico, precisamente porque se hará realidad en el impreciso horizonte del futuro. Además, este año pedir por los otros no es algo que se haga para quedar bien, sino para poder abrazarse o echar un polvo con la seguridad de no pegarle nada a nadie. ¡Cuánto se echa de menos compartir el vaso!

En todo caso, las postales más interesantes son aquellas que nunca llegaron a escribirse, las de la improbabilidad de recibir algo invisible e intangible, que sólo se anhela y nos eriza los pelos del brazo bueno. Reconforta pensar en millones de mayores y pequeños apagando la luz de la mesilla de noche, cubriéndose con el edredón del Ikea y deseando el fin del virus antes de cerrar los ojos. Algunos no tienen tiempo de hacer el bien, pero nadie es malo cuando sueña.

Ilustración: Berk Öztürk

Carta de los españoles a Juan Carlos I

Campechano, inviolable Juan Carlos:

Con el mismo afán de explotación de España que inspiró su reinado y ante la escasa repercusión publica que está generando su supuesto cobro de comisiones ilegales, la alargada sombra de Franco, el blanqueo de capitales, la muerte de varios elefantes y un faisán, y demás acontecimientos de su vida privada que ahora es pública y notoria, el pueblo desea manifestar su más absoluta repulsa y contribuir a la puesta en práctica de aquel mantra dislocado, el de todos somos iguales ante la ley, siempre desde el sosiego en estos tiempos de bonanza y expectativas tan halagüeñas. Nuestro inexistente legado, y nuestra propia dignidad como vulgo, así nos lo exigen.

Hace años que venimos expresando nuestra voluntad y deseo de ser consultados en lo relativo a esta monarquía parlamentaria que solo representa a algunos arribistas cercanos a la corona y sus quehaceres. Ahora, guiados por el convencimiento de prestar el mejor servicio a esta España que nunca perteneció a los españoles, a sus instituciones corruptas y a ti como rey emérito, te comunicamos nuestra meditada decisión de trasladarnos contigo, en estos momentos, a la República Dominicana o el Flowers. Lo importante es estar juntos.

Con la incredulidad de siempre, tu pueblo violado.

Ilustración: Paula Wójcik

Ese peligroso verano de 2020

Querido Javi:

Te escribo desde la estación más cálida de 2023, a ti, mi yo de hace tres años, y lo hago con la necesidad de contarte que, a pesar de lo que pueda parecerte ahora, ese verano en tus ojos de mar imaginado no es tan malo. Ya sabes que la distancia y su memoria ayudan a entender el paso del tiempo, colocan en su justa medida lo que el presente se encarga de borrar, pero debes saber que vives el momento más relevante de tu vida. No te rías, solo piénsalo: por primera vez no es imprescindible fingir que estás pasando las mejores vacaciones en la mejor compañía, y eso, solamente eso, es la hostia.

Lo sé, la vida a medias se parece a una película sin sonido, a una especie de simulacro repetido cada sesenta segundos y, sin embargo, piensa en las posibilidades de tu ciudad invisible, del misterio despojado de ropa, de esa playa con olor a cementera y sin Tupper®. Ni siquiera el anuncio de Estrella Damm y su mantra estival que convierte el atardecer costero en demostraciones del etalonaje más forzado te dan ganas de ir a comprarte un bañador de oferta.

De alguna manera un poco extraña piensas en la salud de los demás y transformas la conversación sobre toallas con la reponedora de ojos de piscina del Carrefour en un acontecimiento, el intercambio de miradas tibias en un viernes noche de luna llena, la belleza de una frente, dos cejas y algo de pómulo en tu próximo artículo. Aquel verano no pudiste aparcar el barco en la playa y, en cambio, sobreviviste al gris de una tierra bañada en sol. Espero poder seguir siéndole útil en el futuro. Atentamente, Javi.

Ilustración: https://www.mariasvarbova.com/

Carta a todos los enfermos

Madrid. 18 de marzo de 2020. Soy Javier Vidal. Escritor y músico. Es muy probable que no hayáis leído ninguno de mis discos. Tampoco habréis escuchado un libro mío… Hoy cumplo el octavo día de aislamiento. En casa. A pesar del toque de queda, algunos siguen saliendo a la calle. Se disfrazan de dinosaurio o pasean un perro de peluche. Cualquier excusa es buena. Nadie habla de ello, pero si vuestra habitación da a un pat(i)o interior, sabed que el tiempo se ha detenido. Suspendieron la Eurocopa, los conciertos y las reuniones de antiguos alumnos. ¿Sabéis por qué? Porque la vida volverá a retomar su curso cuando os den el alta.

Así es. No sería justo que os perdierais algo por estar aislados, recibiendo una visita diaria del médico y lejos de los amigos, de vuestra almohada, del aire, del barrio y de los que más os quieren. Por unanimidad hemos decido esperaros. Y no solo eso. A pesar de no conocer nuestro rostro, sabemos que peleáis en la trinchera, sois vanguardia y orgullo, y vuestro corazón latirá más rápido cuando dejéis un hospital que ahora es un poco casa involuntaria, un poco calma en la tormenta. Sabedlo. Cambiaréis de habitación, os calzareis vuestros zapatos favoritos, sentiréis la primavera en los párpados, el ruido de la vida en el pulmón izquierdo y el ventrículo derecho. Tiene que ser así.

Por nuestra parte seremos pacientes, seguiremos las recomendaciones de los expertos —sin dinosaurios ni peluches— y prepararemos pancartas y pasteles, guirnaldas y bolas de espejo. Pronto estaréis en casa, como nosotros, como el resto de un mundo flotante que se desvela por vuestros desvelos. Hasta pronto, compañeros. Atentamente. Javier Vidal.