Madrid. 18 de marzo de 2020. Soy Javier Vidal. Escritor y músico. Es muy probable que no hayáis leído ninguno de mis discos. Tampoco habréis escuchado un libro mío… Hoy cumplo el octavo día de aislamiento. En casa. A pesar del toque de queda, algunos siguen saliendo a la calle. Se disfrazan de dinosaurio o pasean un perro de peluche. Cualquier excusa es buena. Nadie habla de ello, pero si vuestra habitación da a un pat(i)o interior, sabed que el tiempo se ha detenido. Suspendieron la Eurocopa, los conciertos y las reuniones de antiguos alumnos. ¿Sabéis por qué? Porque la vida volverá a retomar su curso cuando os den el alta.
Así es. No sería justo que os perdierais algo por estar aislados, recibiendo una visita diaria del médico y lejos de los amigos, de vuestra almohada, del aire, del barrio y de los que más os quieren. Por unanimidad hemos decido esperaros. Y no solo eso. A pesar de no conocer nuestro rostro, sabemos que peleáis en la trinchera, sois vanguardia y orgullo, y vuestro corazón latirá más rápido cuando dejéis un hospital que ahora es un poco casa involuntaria, un poco calma en la tormenta. Sabedlo. Cambiaréis de habitación, os calzareis vuestros zapatos favoritos, sentiréis la primavera en los párpados, el ruido de la vida en el pulmón izquierdo y el ventrículo derecho. Tiene que ser así.
Por nuestra parte seremos pacientes, seguiremos las recomendaciones de los expertos —sin dinosaurios ni peluches— y prepararemos pancartas y pasteles, guirnaldas y bolas de espejo. Pronto estaréis en casa, como nosotros, como el resto de un mundo flotante que se desvela por vuestros desvelos. Hasta pronto, compañeros. Atentamente. Javier Vidal.
