
Ella corre por el paseo marítimo, suda, coloca un pie delante del otro, mueve los brazos, exhala, (…), hasta que se detiene frente al escenario en el que se celebra el último concierto del verano. Jadea. Su móvil —sujeto alrededor de su brazo por un elástico naranja— se convierte ahora en la cerradura por la que mirar el mundo, un cómplice que graba una música que ya no es música, ni la playa al fondo es de arena, ni el mar es azul porque nada es realmente lo que es si algo se interpone entre nuestra mirada y el mundo. Quizás vivir no sea más que esa extraña capacidad de recordar: estuvo allí, con el brazo levantado y los ojos detrás de la pantalla (…), un momento preciso y precioso en la memoria de su iPhone.
Después llega a casa, se desnuda y coloca la barbilla sobre su esternón al tiempo que el agua de la ducha cae sobre su cabeza, eliminando la electricidad estática del cuerpo, electrones, protones, (…), borrándola durante unos segundos (que prolongaría hasta el infinito), tiempo suficiente para quedar al margen porque, ¿es posible deshacerse de uno mismo sin abandonar sus huesos, sus fluidos, sus pensamientos; más allá de la mampara del cuarto de baño? Quizás.
Retira el vaho del espejo y mira su reflejo partido, quebrado. Ahí, desnuda y sin maquillaje, no puede evitar pensar en la época en la que se perforaba el cuerpo con pendientes, se tatuaba cada espacio de epidermis, se vestía de negro y se teñía el pelo del color del arco iris en un intento —siempre frustrado— de ser todo lo que no era, de desaparecer manteniendo el equilibrio inestable del paso del tiempo, ese que no explica nada mientras pasa y que nos angustia por razones que ni siquiera él llega a comprender.
Se viste y se sienta en la mesa del despacho. Enciende el ordenador y comienza a escribir*: ¡por fin!, porque es en ese preciso momento que ella es capaz de evadirse, de ponerle o quitarle palabras a su propia isla, de describir un horizonte antes borroso (¡reina de su propio imperio), en soledad, lejos de cualquier mirada… hasta desaparecer completamente: «Estoy aquí, está ocurriendo».
Y sonríe (…).
*: el verbo puede substituirse por diseñar, dibujar, componer, respirar, (…).