En el planeta tierra, un punto azul pálido entre millones de estrellas y galaxias, hay mares, ríos, elefantes, sequoias milenarias, música, amor, Avtomat Kalashnikovas modelo 1947, paciencia y ruido, y sin embargo, los hombres y las mujeres lo viven y lo mueren de maneras muy distintas.
Algunos de ellos abren los ojos, andan hasta el cuarto de baño, se miran al espejo y en ese momento lo saben: son poderosos, de espaldas anchas y con pelo sobre los hombros. Cuando quieren algo lo cogen…, «¿para qué?»
Muchas de ellas se levantan cada día, se miran al espejo y en ese momento lo saben: son poderosas y sin embargo tienen que pedir permiso…, «¿por qué?»
Algunos de ellos deciden cómo y cuándo. Son plenamente conscientes de que la fuerza lo es todo y por la fuerza se abrirán todas las puertas. Se visten, besan la cadena que llevan al cuello y salen a la calle: «Hoy hace un día precioso.»
Muchas de ellas dicen que no y sin embargo esa palabra, esas dos simples letras, parecen caer en el olvido, en un vacío públicamente aceptado. Porque muchas están solas y a pesar de ello tienen que seguir abriendo puertas. Se ponen el chandal y salen a correr: «Hoy hace un día precioso.»
Algunos de ellos las ven pasar, las increpan con piropos, las siguen con la mirada y con sus propios pasos hasta que esas manos desprovistas de alma se posan sobre unos hombros que huyen, que laten y que, ya inertes, son enterrados entre el barro y la sangre: «Los quise y me los apropié.»
Muchas de ellas siguen corriendo, mirando a la cara a ese miedo que se convierte en grito, después en dolor y por último en rabia, la de todos.
Este es el mundo en el que nosotros vivimos, en el que ellas mueren: «Hoy es un mundo horrible»
