Lunes 16 de marzo. Oficialmente son cuatro días de espaldas al ritmo de la vida moderna. En realidad, llevamos encerrados en casa siete. Y pienso. Un poco. No sirve de nada escribir sobre lo que sucede. Cada uno lo percibe a su manera. Lo inventamos. Algunos, simples, lo ignoran. Otros huyen campo a través. Derraman lágrimas. Se embriagan. Los músicos, más simples, tocan gratis. Los más desvelan al mundo a lo que se dedican en este tiempo de muerte, no muerto. Si lo hacen para ellos, ¿por qué lo comparten con otros?
Es por eso que me he decidido. De manera inconsistente, claro. La mejor acción como ciudadano de un mundo con mascarilla no es recopilar hechos. Para eso están las hemerotecas. Hoy dejo de crear mi realidad para sugerir. Innovo como gesto de solidaridad. El mayor. Y es que mis recomendaciones sirven para olvidar el pánico y lo falso. Movilizar el espíritu sin salir de la casa-cárcel. No insistir con lo mío, mío y solo mío, sino con lo de los otros. Genios. Y claro, eso cura. Alimenta. Consuela. Libera libremente.
Así que hoy podríais ver una película: «Yojimbo» de Kurosawa Akira. O leer el «El cuarteto de Alejandría» de Lawrence Durrel. Y, porque hay tiempo de sobra, escuchar un disco: «Las variaciones Goldberg» de Glenn Gould. Versión de 1981, claro. Y admirar a una actriz porno, Marilyn Chambers en «Tras la puerta verde» o a James Gandolfini en «Los Soprano«. Y el mundo, de repente, es un lugar menos extraño en el que el aburrimiento es leyenda.
