En tiempos oscuros, la música —y no el músico— siempre ha cumplido una función relevante, ya sea como medio propagandístico, pastilla de moral o simplemente como arma disuasoria contra el día la marmota. Y da igual la trinchera. El «¡Ay, Carmela!» entonado contra los franceses; «A las barricadas» en boca de anarquistas, el «Eusko Gudariak» y «Els Segadors»; el «Cara al sol» con letra de Agustí de Foxa e interpretado por Marta Sánchez y «El novio de la muerte» del cabo acondroplásico Baltasar Queija de la Vega. Por ejemplo.
Más tarde, con la llegada de las buenas intenciones globales, llegarían el «Imagine»(1971) de Lennon, el «One Love» (1977) de Bob Marley, el «We are the world» (1985) de Jackson y Richie — y la cara de un hastiado Dylan—, himnos que, más allá de estar cincunscritos a un momento capilar muy determinado, poseían ese halo universal en el que lo bandos eran reemplazados por palomas, nubes de THC y laca, la humanidad convertida en una, grande y sumisa con un solo objetivo: mejorar las maltrechas existencias de sus «soldados».
2020. Vaya por delante que existe la opción de cerrar las ventanas a cal y clavos, cancelar nuestra cuenta de Youtube o directamente tirar el móvil en el contenedor de cartón, pero en España el «Resistiré» es la banda sonora original del Apocalipsis, siempre del lado de la policía, emocionando a las madres de todo un país que, por primera vez, vive en un silencio aterrador interrumpido a las ocho de la tarde. Resulta que manejarlo es más difícil que manejar una mala versión de una adaptación. Qué cosas…
